lunes, 24 de octubre de 2016

VICTIMISMO


Hoy mi intención al acercarme al blog es ceder la palabra a dos buenos amigos, y a la vez (o sin embargo, como prefiera el lector) dos excelentes guías en la confusión política en la que estamos inmersos. José Luis López Bulla comenta la extraña pirueta del comité federal de OK Ferraz, en el post «“Socialista a fuer de liberal” en Ferraz», en “Metiendo bulla”, accesible clicando abajo a la derecha de esta misma página; Javier Aristu, en la entrada «Un boicot» publicada en el blog “En campo abierto”, entra en consideraciones muy críticas acerca de quienes reventaron una conferencia de Felipe González y Juan Luis Cebrián en la Universidad Autónoma de Madrid, a cara tapada y exhibiendo pancartas que no tenían nada que ver con el acto en sí ni con quienes lo patrocinaban.
La militancia socialista se ha visto cogida en el fuego cruzado del tiroteo desencadenado por unas baronías mucho más atentas, dijeran lo que dijeran en su momento, a su yo y sus circunstancias particulares que al bien de España. No ha sido un espectáculo ejemplarizante, ni por las formas ni por el repentino cambio de discurso que se ha producido en mitad del cruce del vado. Trescientos días desde el 20D proponiéndose como alternativa intransigente, para pasar en dos días a fijar su papel como oposición templada.
La resistencia de buena parte de las bases a este viraje brusco ha sido ruidosa. Los portavoces la han obviado manejando el siempre agradecido tópico de los virus extraños nocivos infiltrados en un organismo sano: las bases se han “podemizado”. Victimismo. Nosotros no hemos hecho nada mal, son otros los que nos malmeten. El asunto viene a ser parecido a lo que ocurre en el fútbol, donde los errores de apreciación reales o ficticios del árbitro no solo tapan el mal juego de los nuestros, sino que dan pie a elucubrar que el trencilla está en realidad a sueldo de quienes nos metieron más goles de los que estamos dispuestos a admitir.
Lo que comenta Aristu se refiere a otro aspecto de la contienda política, el de la “calle”, las movilizaciones reivindicativas. Ninguna duda sobre la legitimidad de la protesta universitaria y popular contra una conferencia que venía respaldada por todo el peso de las autoridades competentes, y además de los poderes fácticos. No se puede alegar atentado contra la libertad de expresión de quienes tienen en su mano todos los medios para expresarse de todas las formas posibles durante todos los días del año. Las acusaciones desde El País a los “antidemócratas” son de un cinismo descarnado.
Pero no es de recibo convocar desde el anonimato de las redes el acto de protesta, huérfano de toda paternidad responsable, ni acudir a la protesta sin dar la cara. Es sabido desde siempre que movilizarse contra el poder comporta un riesgo personal importante. Nada se da de gratis en la política que intenta cambiar las cosas. Eliminar ese riesgo escudándose en la “gente”, en la masa, primero no es eficaz, y segundo va en contra del movimiento generalizado de quienes proponemos un mayor protagonismo y empoderamiento de los ciudadanos. Poner como pretexto la ley mordaza y las posibles represalias académicas contra las personas asistentes, viene a suponer una confusión lamentable entre oposición democrática y "movida" a secas. De otro lado, la justificación que se esgrime cae en un victimismo de características algo diferentes al esgrimido por la dirección del PSOE, pero de tipología parecida. En ambos casos la culpa de las deficiencias que exhibimos la tienen otros; hemos perdido no porque hayamos jugado rematadamente mal, sino porque el árbitro estaba vendido.