Día a día, con
precisión mediática calculada, la nueva dirección del PSOE, al tiempo que nos
repite una y otra vez que todo está por decidir, se va colocando en la
pendiente por la que rodará infaliblemente hacia la colaboración con el segundo
gobierno de Mariano Rajoy, a cambio de algunas concesiones de menor cuantía y
siempre con un escrupuloso respeto de las apariencias para evitar los qué dirán
de las lenguas de doble filo.
No es asunto
baladí, sino un auténtico acontecimiento en el panorama político; y las élites
extractivas, siempre atentas a los augurios detectables en el vuelo de las aves
y en las entrañas de las bestias, han empezado a dar signos de reaccionar en
consecuencia. Podría estar cercano el momento de un buen barrido de la
oposición-chusma encastillada en algunos grandes municipios, y con él de la
recomposición en todo el marco institucional del poder omnímodo de la
multinacional Dinero SL y sus diversas franquicias.
Apunto al respecto dos
iniciativas aún prematuras, pero vendrán más. La primera es la declaración de Xavier
García Albiol, dispuesto a ceder sus cuantiosos votos consistoriales en
Badalona a un alcalde in pectore del
PSC, con la finalidad de desalojar de la alcaldía a ERC y la CUP. Albiol no es
a fin de cuentas más que un sheriff, pero en Barcelona un genuino representante
de las tales élites extractivas, Alberto Fernández Díaz, hermano del ministro
del Interior, capitoste del grupo municipal del PP y cargado con un pasado
personal y una fortuna familiar ligados indisolublemente al régimen franquista,
ha hecho la misma propuesta a los socialistas para desalojar a Ada Colau, que no
es ni de ERC ni de la CUP. Alberto, un intelectual orgánico donde los haya, ha
colocado en el mismo saco a los dos virus que infectan las municipalidades
rebeldes: el independentismo (ERC-CUP) es uno, el otro es el “guerracivilismo”.
Curiosa la
desmemoria histórica que patrocina Fernández Díaz, heredero de una saga familiar
que se lucró tanto con la guerra civil como, muy en particular, con la
situación posterior de acogotamiento de la disidencia. No es “guerracivilista”
él, que pone siempre su mirada limpia en el futuro, sino los resentidos que se
niegan a aceptar el derecho natural de los vencedores de antaño a eternizar su
dominio.
Otro aspecto
curioso es que el adalid del PP cuenta de forma explícita para la operación de
acoso y derribo a Colau con los nominalmente independentistas agrupados en
torno al ex alcalde Trías, que por su parte anda chicoleando por el cotarro, con
la intención de pillar cacho.
Sopesadas con
escrupulosa atención las correlaciones de fuerzas, la izquierda puede conservar
aún una cierta esperanza debido a que Miquel Iceta, un superviviente nato de varios
episodios cainitas en su formación, no se parece nada a Javier Fernández, ese
asturiano honesto y realista que comanda provisionalmente la brigada acorazada
San Telmo, más conocida como la del Mal Menor.