jueves, 27 de octubre de 2016

OTRA VUELTA DE TUERCA


Un Rajoy con las uñas recortadas disimuló en su discurso de investidura el desprecio íntimo que siente hacia los grupos parlamentarios que le han ofrecido gratis et amore un apoyo más o menos condicional, más o menos estable. Ofreció diálogo, sí, pero en dosis homeopáticas. Ofreció pactos de gobernanza, pero dejando intocables los capítulos de la economía y de las reformas laborales. Sospechosamente, coincidió su discurso con el anuncio de que por primera vez en seis años el desempleo baja de los cinco millones de personas censadas en España. El dato sería un indicio de mejora de las perspectivas económicas de no saber ya todos hasta el tedio los enjuagues que se utilizan para destilar esas cifras.
Tampoco es negociable, al parecer, la ley mordaza. No habrá cambios constitucionales, por lo menos consensuados (siempre será posible otra reforma constitucional de tapadillo y con nocturnidad si así lo indican con su acostumbrada amabilidad las troikas competentes). El problema catalán seguirá siendo el problema catalán durante una legislatura más. También en este contexto catalán se implementará un nuevo diálogo… de sordos.
Si el PSOE, como asegura, va a abstenerse “de segundas” por el bien de España, convendrá que su comité federal (no hay vida política más allá de los vértices) se pregunte qué “bien” va a ser ese, a partir de lo que es posible deducir del discurso programático del nuevo/viejo presidente. La iniciativa acordada el otro fin de semana se presentaba en sociedad como un movimiento conciliador dirigido a acabar con el bloqueo de la situación política. Disipado el humo de la batalla, lo que se aprecia no es ningún síntoma de desbloqueo sino, por el contrario, otra vuelta de tuerca. Lo que ahora se ha bloqueado es el avance de las fuerzas de progreso que habían de quebrar las defensas de la fortaleza bipartidista, incluidas entre dichas fuerzas las posiciones críticas en el interior del PSOE.
El panorama ha cambiado abruptamente, y el contraataque de las élites extractivas no se ha hecho esperar. Hace unos días alertaba en estas páginas de la intención por parte del establishment de proceder en breve a una limpieza a fondo de las comunas rebeldes que las anteriores mareas han dejado varadas en la geografía española (1). A los síntomas reseñados entonces se ha venido a añadir el furibundo ataque de Esperanza Aguirre contra Manuela Carmena, en el pleno del Ayuntamiento madrileño, por "favorecer" los ataques de bandas enmascaradas contra la libertad de expresión de ¡Felipe González!
Así hemos pasado, con el telón de fondo del juicio de la Gürtel, de aquel emblemático “váyase señor González” de los tiempos en que José María Aznar acariciaba ya el calorcillo peculiar del poder, al actual y no menos descarado “venga acá, señor González”, en una legislatura en la que, en buena paz y compaña socialistas y populares, podría plantearse una colada general de toda la ropa sucia, más una operación de limpieza a fondo de los escondrijos en los que se guarecen las alimañas antisistema.
Ojalá me equivoque.