jueves, 6 de octubre de 2016

SI CERVANTES LEVANTARA LA CABEZA


Según se cuenta hacia el final de la segunda parte de la novela, fue todo uno enfermar de cuerpo y sanar de mente don Alonso Quijano, de modo que cuando su leal Sancho, al verlo encamado y mohíno, le entretuvo con las portentosas aventuras que habían de correr los dos en cuanto se pusiera bueno, el hidalgo caballero respondió con pesar: «No está el alcacel para zampoñas.»
Tampoco ahora están los presupuestos del Estado en funciones para zampoñas, de modo que cabe la posibilidad nada remota de que en el centenario de don Miguel de Cervantes no se conceda el premio Cervantes, por falta de cash flow. Sería uno de tantos síntomas del ajuste de caballo (la expresión es de Josep Borrell) del que nadie quiere hablar aún pero que espera, sí o sí, a la vuelta de la esquina al próximo gobierno de la nación, bien después de la rendición del colectivo socialista con armas y bagajes, o bien después de unas terceras elecciones en vísperas de las navidades. Esta segunda opción tendría un contenido mucho más simbólico; sería todo un año de parálisis política y cultural de 20D a 18D, sin gobierno, sin celebraciones públicas en homenaje a Cervantes, y sin premio Cervantes. Si el PP, que alega “indefensión completa”, remata la faena consiguiendo de la Audiencia nacional la anulación de las pruebas y el sobreseimiento de la causa judicial contra la trama Gürtel, se habrá cerrado con éxito un singular círculo vicioso: en 2016 no habrá sucedido en nuestro país nada, absolutamente nada, digno de mención para la posteridad. Todo se habrá escurrido por el desagüe. La historia de España en este año aciago habrá sido, por citar a William Shakespeare, otro escritor homenajeado sin suerte en su centenario, «un cuento contado por un idiota; lleno de ruido y de furia, y sin ningún sentido.»
Si don Miguel, que pasó muchos años en las cárceles de Argel y de Madrid, y más años aún en una estrechez grande de medios de fortuna, levantara la cabeza, comprobaría que no pasa el tiempo para ciertos vicios tradicionales de la estirpe y/o de la administración. Y se daría la vuelta en su tumba, paciente, a la espera de que 2017 trajera por fin alguna novedad digna de celebración.