Según se cuenta
hacia el final de la segunda parte de la novela, fue todo uno enfermar de
cuerpo y sanar de mente don Alonso Quijano, de modo que cuando su leal Sancho,
al verlo encamado y mohíno, le entretuvo con las portentosas aventuras que
habían de correr los dos en cuanto se pusiera bueno, el hidalgo caballero respondió
con pesar: «No está el alcacel para zampoñas.»
Tampoco ahora están
los presupuestos del Estado en funciones para zampoñas, de modo que cabe la posibilidad
nada remota de que en el centenario de don Miguel de Cervantes no se conceda el
premio Cervantes, por falta de cash flow. Sería uno de tantos síntomas del
ajuste de caballo (la expresión es de Josep Borrell) del que nadie quiere hablar aún pero que espera, sí o sí, a
la vuelta de la esquina al próximo gobierno de la nación, bien después de la
rendición del colectivo socialista con armas y bagajes, o bien después de unas
terceras elecciones en vísperas de las navidades. Esta segunda opción tendría un
contenido mucho más simbólico; sería todo un año de parálisis política y
cultural de 20D a 18D, sin gobierno, sin celebraciones públicas en homenaje a Cervantes,
y sin premio Cervantes. Si el PP, que alega “indefensión completa”, remata la faena
consiguiendo de la Audiencia nacional la anulación de las pruebas y el sobreseimiento
de la causa judicial contra la trama Gürtel, se habrá cerrado con éxito un
singular círculo vicioso: en 2016 no habrá sucedido en nuestro país nada,
absolutamente nada, digno de mención para la posteridad. Todo se habrá
escurrido por el desagüe. La historia de España en este año aciago habrá sido,
por citar a William Shakespeare, otro escritor homenajeado sin suerte en su
centenario, «un cuento contado por un idiota; lleno de ruido y de furia, y
sin ningún sentido.»
Si don Miguel, que
pasó muchos años en las cárceles de Argel y de Madrid, y más años aún en una estrechez
grande de medios de fortuna, levantara la cabeza, comprobaría que no pasa el
tiempo para ciertos vicios tradicionales de la estirpe y/o de la administración.
Y se daría la vuelta en su tumba, paciente, a la espera de que 2017 trajera por
fin alguna novedad digna de celebración.