Hay que celebrar con
calor la oportunidad del documento Ad resurgendum
cum Christo, emanado recientemente de los despachos de la vaticana Congregación
para la Doctrina de la Fe. En efecto, reconforta que en tiempos de doctrinas
tan gaseosas como las que aquejan a algunas socialdemocrcias, haya una
institución por lo menos, la iglesia católica, que exhiba músculo y se decante
por una solidez de principios pétrea (de Petrus, la roca sobre la que se asentó
la edificación del secular edificio).
La Congregación
prohíbe esparcir al viento las cenizas de nuestros muertos, y pone serias
objeciones a guardarlas en otra parte que no sea un lugar sagrado, un campo
santo. La norma no obedece, claro, a una mayor dificultad en el día del juicio
final para reunir los cuerpos disueltos de esa forma, ya que la tarea recaerá
en el proverbial buen hacer de la omnipotencia divina, la cual, como se desprende
de los propios términos, todo lo puede. De lo que se trata, entonces, es de evitar
cualquier «malentendido panteísta, naturalista o nihilista.»
Porque, igual que
el burgués de Molière hablaba en prosa sin saberlo, nosotros podemos caer
inadvertidamente en el panteísmo, el naturalismo o el nihilismo (líbrenos el
cielo de caer en los tres errores de forma simultánea), y en consecuencia la
Congregación de la Fe se apresura a advertirnos para evitarnos una incidencia
tan enojosa. El muerto que no haga caso de tan amorosa solicitud será castigado
con la negación del funeral correspondiente. Me parece justo.
Pero hay
autoridades más papistas que el mismo papa. Un ejemplo que viene de inmediato a
la mente por asociación natural de ideas es el de Javier Tebas, presidente de
la Liga de Fútbol española, que se ha declarado dispuesto a sancionar de oficio
a varios jugadores del FC Barcelona por haber recibido un botellazo durante la
celebración de un gol en el estadio de Mestalla. Opina Tebas que exageraron la
fuerza del impacto, y se dejaron caer al suelo como en un juego de bolos. Un
pésimo ejemplo, tanto más cuanto que nos estaban viendo en directo por la
televisión china, y los chinos son un porrón de millones de personas. ¿Qué
habrán pensado de nosotros al ver a varios jugadores de primer nivel
desparramarse blandamente por el césped en lugar de encajar con reciedumbre viril
el botellazo?
Por lo que se
refiere al botellazo en sí, es un gesto feo, opina Tebas, pero excusable dada
la provocación de los jugadores blaugrana, que de forma insólita en los campos
deportivos de España, estaban celebrando la consecución del gol de la victoria
con abrazos y gestos de alegría. Caramba. Podrían haber aprendido de la
sobriedad y elevación de miras de Cristiano Ronaldo, que cuando un compañero del
Real Madrid marcó el gol de la victoria contra el Athletic de Bilbao, levantó
el brazo para indicar al linier que había fuera de juego previo.