La escaramuza política
montada por Albano Dante Fachin, en nombre de Podem Catalunya, resulta
difícilmente comprensible. Ha sometido a su militancia a una consulta para
determinar si el partido se sumaba o no a la confluencia de diversos grupos de
izquierda en una nueva fuerza, encabezada por Ada Colau y Xavi Doménech, capaz,
si se tienen en cuenta las performances de sus partes componentes en las últimas
contiendas electorales tanto a nivel municipal como autonómico y general, de situarse
en un primer plano destacado en la vida política catalana. Fachin, sin embargo,
es partidario de no integrarse, a la vista de que no se atienden tres demandas
para él fundamentales. Son ellas la participación electoral por vía telemática,
las listas abiertas y proporcionales para conformar la ejecutiva, y la adopción
de partida de un código ético cerrado.
No parecen en
principio líneas rojas muy significativas. La convivencia de la democracia con
la telemática es muy reciente; en efecto, la segunda data de hace cuatro días
mal contados, y la primera tiene ya veinticinco siglos de vigencia, si contamos desde
la Atenas de Pericles. Resulta aventurado, entonces, considerar la participación
telemática como condición sine qua non para la existencia de democracia interna.
La cuenta de la vieja puede servir igualmente para contar votos, y no parece estar
más desprovista de garantías por su condición rudimentaria desde el punto de
vista tecnológico.
Tampoco el hecho de
cerrar antes o después un código ético, si este es razonable y consensuado, se
sitúa más allá de lo puramente instrumental. En cuanto a la propuesta de listas
abiertas proporcionales para la ejecutiva, es un disparate sustentado en una concepción
exageradamente individualista de la actividad política. Una ejecutiva, en
cuanto que equipo de gobierno, contiene en su seno tareas diferenciadas que
exigen habilidades y saberes distintos. Entonces, dejar al voto popular la composición de
toda la ejecutiva viene a ser como decidir de ese modo la alineación de un equipo
de fútbol para la próxima jornada. Podrían salir siete delanteros y ningún
defensa central. Lo sensato es votar el equipo en bloque, tal como ha sido
propuesto por los candidatos a la dirección, o simplemente votar al líder, y dejar
que sea él, consagrado como el mejor o el más idóneo, quien designe a su propio
equipo.
Para lo que sí
sirven las listas abiertas en votaciones de este tipo es para favorecer los
votos concertados de castigo sobre uno o varios nombres determinados. La idea
tampoco es nueva. Cuenta Plutarco de Arístides que, cuando se dirigía a la
asamblea anual que votaba el “ostracismo” (el destierro) para uno de los políticos
en activo, un campesino le pidió ayuda porque no sabía escribir. Tomó Arístides
la tablilla y preguntó qué nombre debía poner. “Arístides”, dijo el otro. “¿Cómo
es eso? ¿Te ha hecho algún mal?” “Ninguno, ni siquiera lo conozco, pero estoy
harto de oír decir a todos que es el más virtuoso de los atenienses.” Arístides
rellenó la tablilla con un suspiro, fue votado mayoritariamente en la asamblea, y marchó disciplinadamente al
destierro.
Fachin pedía el
voto a 52.000 inscritos, y los que realmente han votado, a lo largo de los tres
días prescritos, han sido 3.901. El 7,5%. Hay varias maneras de interpretar un porcentaje
tan reducido. Fachin está contento porque estima que, a pesar de la baja
participación, se ha dado una lección de democracia. Otra posible explicación, sin
embargo, valoraría la abstención como un voto severo de castigo al convocante.
Es lo que tiene
de peculiar la abstención, que ningún instrumento telemático puede descifrar de
forma rigurosa su auténtico sentido. En cualquier caso la circunstancia
importará poco, porque la nueva fuerza del “País en Comú” no se aglutina a
partir de cuotas cerradas de partidos. Así pues, los 52.000 inscritos de Podem podrán
apuntarse, sin ninguna traba de disciplina interna, a aquello que tenían ya
decidido antes de votar o de abstenerse.