Podría ser el
título de un libro de autoayuda sobre las relaciones de pareja. De hecho, se publicó
uno (de Montserrat Roig) titulado “Di que me quieres aunque sea mentira” (Digues que m’estimes encara que sigui
mentida), si bien no era de autoayuda y tampoco trataba de las relaciones
de pareja. Los ejemplos más tópicos de frases efectistas en este terreno son la
de Love Story, «Amar es no tener que decir nunca ‘lo siento’», o la otra no
menos sobada de Saint-Exupéry, «Amar no es mirarse uno al otro, sino mirar los
dos en la misma dirección.»
Encuentro que hay
más amor, más paciencia, más firmeza, más compromiso, en la frase de cabecera,
por más que no se trata exactamente de una frase de amor. La dijo su entrenador
a la tenista hispano-venezolana Garbiñe Muguruza. Las cosas estaban yendo mal
sobre la pista. La estadounidense McHale había ganado la primera manga 0-6, y Garbiñe
solo pudo empatar la segunda en la muerte súbita, después de levantar varias
bolas de partido. En la tercera manga los nervios de las dos jugadoras estaban
disparados, y los errores se amontonaban sobre las pifias. “Dime algo que no
sepa”, comentó agria Garbiñe cuando vio que el coach se acercaba a su silla
entre punto y punto. Milagro, el entrenador consiguió encontrar las palabras
justas para calmar a su pupila. La tercera manga finalizó 6-4, y Garbiñe pasó a
la ronda siguiente. Es el flash perfecto sobre cómo debe comportarse un entrenador
con experiencia en momentos críticos.
La frase es válida también
en otros escenarios. Está al alcance tanto del varón como de la mujer, no hay
ninguna predeterminación en un sentido o en otro. Y tanto puede ser utilizada
por un entrenador/ra, un compañero/ra, un amigo/ga del alma. Tiene la dosis
justa de sensatez, de firmeza, de racionalidad tranquila. Implica que se ha
llegado a un límite peligroso en la relación interpersonal, a una línea roja;
pero también implica que no se desea que el deterioro vaya más allá.
Amar es también
tener que decir muchas veces ‘lo siento’. Amar es dejar alguna vez de mirar
ambos en la misma dirección, porque nunca está de más darse también un repaso puntual,
despacio, el uno al otro. Y sin duda la formulación de la exigencia de no volver
a oír nunca más un destemplado ‘cierra la puta boca’, expresada en voz lo
bastante alta y firme para que te oigan los periodistas sentados en la primera
fila al borde de la pista, es también un acto inequívoco de amor. Amor clasificable
en alguno de los miles de casilleros de que dispone ese sentimiento. Una de las
frases heroicas de Gabo García Márquez, una de las que nunca salen en los
powerpoints que te mandan amigos sentimentales entre música de violines e
imágenes de prados en primavera, es: «El corazón tiene más cuartos que una casa
de putas.»