Un talibán del
madrileñismo, de nombre José María Melendo, encabeza una cruzada extravagante dirigida
a convertir una proeza deportiva, la remontada del Barça contra el París-Saint
Germain, en un suceso vergonzoso. Nadie en París se ha tomado el arbitraje del
turcoalemán Aytekin con tanto ardor; hay azares incontrolables en la práctica deportiva,
y es evidente que las apreciaciones del árbitro, que no es un ser infalible,
influyen en un sentido o en otro; también la meteorología, el estado del césped,
la actitud del público, el miedo escénico, incluso la hora fijada para el
encuentro. Nadie, que yo sepa, había pedido formalmente nunca la repetición de ningún
partido por ninguna de estas cuestiones. Y mira que errores arbitrales garrafales
los ha habido, incluida la “mano de Dios” de Maradona que decidió un Mundial.
Melendo ha innovado en el tema, sin la menor probabilidad de que la petición
sea escuchada porque, además, crearía un precedente peligrosísimo para la
fijeza de los resultados deportivos.
No creo, por todo
ello, que la iniciativa del forofo madridista se dirija al fin que en
apariencia reclama, sino a rebajar en el inconsciente colectivo el mérito de
unos jugadores que hicieron un partido estupendo, dominaron en todo momento a
su rival y condujeron el juego de ataque con un alto grado de inspiración y de
virtuosismo. El único problema para admitir semejantes hechos probados es que
quienes lo hicieron no fueron los jugadores del Real Madrid, club de los amores
del señor Melendo, sino los del FC Barcelona, sobre los que se extiende la
sombra eterna de su aborrecimiento.
Todo lo cual es
perfectamente lícito en democracia. Las extravagancias de los forofos
furibundos son la sal de la tierra, el fútbol sin personajes tales como
Pedrerol, Roncero o este Melendo se nos haría tan aburrido como, al parecer,
resulta el sexo normal para los adictos a las sombras de Grey.
Lo verdaderamente
insólito es que en un programa deportivo de gran audiencia, en una televisión
pública, el presentador lance a las ondas la siguiente pregunta: «¿Tienen razón
las 200.000 personas que piden la repetición del Barça-PSG? - Sí - No - NS/NC»
Un hecho así, y
hablo ya al margen del deporte, plantea cuestiones inquietantes sobre el papel de
los medios públicos en las modernas sociedades del espectáculo. En un primer
análisis, se lanza un debate apasionado sobre una trivialidad al modo de una
cortina de humo, en momentos en que muchos representantes conspicuos del
estamento político se están viendo colocados frente a juicios muy severos relativos
a sus ligerezas culpables con las finanzas públicas. En el trasfondo, y de
forma más solapada, la pregunta, que ni va ni viene al Real Madrid ni al
deporte español en general, hurga en las contradicciones y los enfrentamientos instalados
desde hace tiempo entre comunidades. No se promueve el debate; se atiza el
odio. Desde una cadena de televisión pública. De forma torpe y gratuita. Tomando
como pretexto una iniciativa ridículamente exagerada e inverosímil.
¿Así se hace país?