Dicen, o decían algunos en
tiempos pretéritos, que detrás de cada gran hombre se puede encontrar a una
gran mujer. A veces resulta difícil descubrirla. Apenas sabemos nada de Gemma
di Manetto Donati, que fue esposa de Dante, tuvo de él cuatro hijos – tres varones,
Giovanni, Iacopo y Pietro, y una chica, Antonia – y sobrevivió a su marido durante
un decenio por lo menos. Se sabe porque reclamó en 1329 por vía notarial su
dote, que había sido confiscada, junto al resto de las pertenencias del
atrabiliario poeta y político, por el Governo della Signoria.
Los esposos no
debieron de llevarse mal. Las dos familias habían concertado el matrimonio
cuando Gemma y Durante (todo el mundo le llamaba Dante) eran dos mocosos que
apenas levantaban un palmo del suelo. Pudieron tener la misma edad, él nació en
1265, y de ella se calcula la misma fecha, aunque no hay constancia documental.
Dado el curso tormentoso de los acontecimientos posteriores, los Donati en peso
votaron en su día a favor del destierro del incómodo Alighieri, motivo que no
impidió que él siguiera demostrando un afecto particular a varios de sus
parientes políticos.
Sin embargo, en
toda su obra literaria Dante no incluyó la menor mención a su legítima. Puede
que quisiera reservarla en un santuario muy especial, tal vez una torre de
marfil, y tenerla allí a salvo de murmuraciones (no las evitó;
primero por parte del fenomenal cotilla que fue Giovanni Boccaccio, y siglos después, de la pluma de un
literato olvidable, de nombre Vittorio Imbriani).
Pero si esa fue su
intención, ¿por qué se comportó de un modo tan diferente con “Bice” (Beatrice)
Portinari? Afirma el propio poeta que la vio tan solo dos veces en su vida; la primera
dejó en su ánimo una impresión tan honda, que desde entonces callejeó con la
esperanza de cruzarse de nuevo con ella por el barrio del que todos, los Donati, los
Portinari y los Degli Alighieri, eran vecinos. Su insistencia tuvo premio tan
solo nueve años después; Bice, rodeada de sus damas de compañía, estaba aquel
día de buen humor y, además de sonreírle al pasar, le dirigió un breve saludo
con la mano.
La breve visión
provocó un cataclismo emocional, que nos ha dejado uno de los sonetos más
bellos que jamás han sido escritos: Tanto
gentile e tanto onesta pare, incluido en el capítulo 26 de Vita Nuova. Después, en la Commedia el poeta convirtió a Beatrice
en su guía en el paraíso, adonde no podía acompañarle Virgilio por no ser
creyente. Mientras, ignorante de tanta adoración, Bice se había casado con Mone
(Simone) dei Bardi y había muerto en la flor de la edad, a los 23 años. Su
nombre y sus rasgos imaginados han recorrido todos los capítulos posteriores de
la historia de la literatura y del arte. ¡Vaya con el ruido que ha armado a lo
largo de los siglos la risueña Beatrice! Mientras tanto, la silenciosa Gemma no
ha dejado huellas perceptibles de su larga existencia tan parecida a cualquier
otra, tan repleta sin duda de cotidianidad afanosa y de heroísmos mínimos.