Podíamos imaginar la
escena nosotros solos con bastante realismo, pero Jordi Pérez Colomé nos ha dado
además, en elpais de hoy domingo, detalles inéditos, plasmados al aguafuerte goyesco,
de la jornada del 1 de octubre en la
sede central del PSOE en la calle Ferraz. Una batalla “sin exagerar la metáfora”,
dice. Más de 250 personas cansadas, encerradas y apabulladas. Cámaras en los
balcones del inmueble que daban al patio interior. Los micrófonos estropeados,
debido a la casualidad o a una refinada estrategia numantina por parte de la
dirección saliente. Problemas para acceder a la hora del almuerzo a los bares
cercanos, desde una ciudadela política sometida a riguroso estado de sitio por un
cordón humano formado por militantes armados de pancartas y periodistas armados
de cámaras y micrófonos. Una diputada llorando tendida en el suelo de un
pasillo, junto a una papelera metálica. Insultos cruzados entre sanchistas y
críticos, como chispas voladoras de fuego en el clímax de una tormenta
eléctrica.
Todo el día había
transcurrido en un largo forcejeo “cuerpo a cuerpo”. “No valía todo, pero casi.”
Hacia las seis de la tarde se produjo la explosión definitiva, al descubrirse
una urna oculta que los fieles de Sánchez habían preparado para votar por
sorpresa la continuidad del líder. De poco que no se la estamparon en la
cabeza. “Aquello era un corral de vacas”, afirma un asistente. Sánchez,
acribillado a insultos, se mostraba visiblemente hundido. “Su cuerpo estaba
allí, su mente en otra parte”, comenta alguien. Descartada la urna, se votó por
llamamiento. El No al Congreso ganó por 132 votos contra 107.
La recuperación del
control de las emociones colectivas después de una bacanal de semejantes
proporciones se antoja difícil. Susana Díaz, la presidenta andaluza que todavía
deshoja la margarita de presentar o no su candidatura, tiene su propia fórmula,
y la ha expuesto muy recientemente: «Ganar elecciones une.» Se me ocurren dos
objeciones a la ponencia. Primera, une tal vez a un sindicato de intereses no
del todo confesables, pero es más difícil que una a un partido político de
prosapia, con raíces centenarias y tal. Segunda objeción, y favorita del
maestro Ciruela que no sabía leer y puso escuela: ganar elecciones une, sí, pero
solo a condición de que se ganen. ¿Cómo piensa ganar el PSOE las próximas
elecciones? ¿Solo mediante el gracejo
desparpajado de una lideresa de tronío? Poca cosa parece ante un electorado
resabiado y con malas pulgas, mucho más proclive al voto de castigo que a la fe
del carbonero.
Goethe escribió una
novela titulada “Las afinidades electivas”; Balzac, otra que llamó “Las
ilusiones perdidas”. No hará falta esperar mucho tiempo para conocer el título
definitivo del relato que empezó a escribir colectivamente el comité federal
socialista el primero de octubre en la sede de Ferraz.