Ya no es la CUP la
que pide a Mas un paso al costado; ahora es la propia dirección del renacido
PDECat la que, colocada frente al precipicio, ruega al ex president valentía
para dar un gran paso adelante. La noticia viene en lavanguardia, no es una
invención de ABC ni de los alegres pistoleros de la caverna madrileña. “Hay que
matar de nuevo al padre, pero no sabemos cómo”, se lamentan los flamantes
dirigentes democrático-europeos. “Nadie quiere una carnicería, ya tenemos
bastante con la que está cayendo.”
Artur Mas se lo ha
buscado. Auguró un choque de trenes y colocó imperturbable su convoy en trayectoria
de colisión. Algunos piensan que la catástrofe aún está por llegar, porque no
se ha activado el 155 de la Constitución. Pero hay víctimas del siniestro, cuéntenlas.
Mas fue una de las primeras, y ahora reincidirá, por haberse empeñado en irse
sin irse, en tomar billete de ida y vuelta en el mismo tren que ya estrelló una
vez. Mas morderá el polvo una vez más.
Le ha caído encima
el tema del 3 o 4%, más el asunto del Palau. Es decir, polvos ya aireados en las
crónicas de antaño, y hoy convertidos, por falta de saneamiento adecuado, en
lodos pestíferos. Suele ocurrir en las fugas hacia adelante que las viejas cuentas no pagadas
acaban por alcanzar al fugitivo. El cartero siempre llama dos veces.
Hace pocos días
unos revendedores de papel murieron aplastados por toneladas de periódicos
guardados en unas estanterías, que cedieron. Salvando diferencias de detalle, a
Mas le está ocurriendo lo mismo; lo mata el peso de la hemeroteca.
Lo cual no impide
que componga la figura y siga manteniendo que todo es mentira, una conspiración
urdida en Madrid, un delirio senil de dos octogenarios. En vano. Nuevas pruebas
apabullantes saltan cada día a los titulares de la prensa. Aun así, Mas quiere
pilotar el nuevo bólido de Convergència, para el circuito de las elecciones,
para el del referéndum, y para el aplazado viaje a Ítaca. Pero el vehículo
tiene roto el motor, porque el motor era Mas, y su escudería anda buscando con
urgencia un recambio. Puigdemont ya ha renunciado a serlo.
Como último
argumento, un Mas cada vez más autista, más encerrado con un solo juguete, niega
la pringue que le rezuma y plantea la cuestión como un caso de ojeriza personal
por parte de otros. “¿Qué quieren, que lo deje todo? Debo molestar mucho, ¿no?”.
Lo ha dicho en una entrevista radiofónica en RAC1. Molesta, sí. Ya no solo a los
compañeros de viaje, CUP y Esquerra, sino a las mismas huestes del partido que
fue el suyo. Horrorizadas, ven cómo la presencia de este estafermo agitando en
el aire los brazos en mitad del campo de batalla les impide cualquier maniobra defensiva
en el momento en que se masca la derrota y la única idea que parece inspirar a los
votantes es empezar a hacer, ordenadamente, mutis por el foro.