Desde el Consejo de
Europa se ha pedido al gobierno español la reconsideración de la reciente
reforma que da al Tribunal Constitucional la potestad de suspender a cargos institucionales
electos, por causa de incumplimiento de las propias sentencias del TC. Algún
medio de prensa ha calificado la tal recomendación de “varapalo”. Tal vez lo
sea en el fondo, pero en la forma el gobierno del PP podrá seguir adelante con
sus propósitos, sin mayor molestia que un ligero encogimiento a fin de absorber
mejor el dolor en el costillar castigado. Ni la Comisión de Venecia ni el
Consejo Europeo tienen a efectos de política interna más autoridad que la que deriva
de un consejo sensato y amistoso. Otra cosa será cuando la cuestión llegue al
Tribunal de La Haya, pero hasta entonces puede llover mucho, y la única intención
de Mariano con esta bonita finta jurídica es ganar tiempo.
Ganar tiempo ¿para
qué? La respuesta es simple y circular: ganar tiempo, a Mariano le permite
ganar tiempo. No hay nada detrás de esa realidad: ninguna estrategia a largo
plazo, ninguna meditación acerca de un tiempo de sazón más oportuno. Mariano
tiende a conducirse (espero que se entienda rectamente la metáfora circunstancial,
compatible con el respeto más profundo a la persona) como el burro que mueve la
noria con su esfuerzo circular. Su único
propósito de fondo es eternizarse a sí mismo allá arriba, conseguir que todos
se acostumbren a verle al mando.
Sol Gallego-Díaz
especula en elpais sobre el “espejismo de la estabilidad” y señala que el
gobierno habrá de buscar votos externos para aprobar los presupuestos, y que se
trata de una situación que no puede eternizarse. Pero no está claro que no sea
posible de un modo u otro eternizar la situación, eso en primer lugar. En
segundo, Mariano, hombre profundamente serio, no está por hacer carantoñas al PNV.
Tampoco a Ciudadanos, dicho sea de paso. Los dos últimos mensajes a Rivera han sido
sintomáticos: uno, que él no da por rotos los compromisos adquiridos en torno a
la lucha contra la corrupción, muy al contrario. A pesar de lo que está
sucediendo con el presidente de Murcia; a pesar de que sigue todavía sin
ponerse en marcha la comisión acordada sobre las impresentables actuaciones del
ex ministro del Interior. En ambos casos, Rajoy sigue haciendo valer de un lado
la presunción de inocencia, y trabaja al mismo tiempo subterráneamente para que
nunca se lleguen a reunir las pruebas materiales que harían quebrar tal
presunción.
La otra advertencia
a Rivera ha sido que mucho ojito con Podemos, que se están dando unas
complacencias de C’s por esa banda que no gustan nada en la corte.
Rajoy se comporta en
todo como un monarca absoluto con sus vasallos. No tiene, de hecho, una mayoría
absoluta; pero finge tenerla, y le resulta. Tiene a Rivera sujeto por hilos
invisibles, y está en condiciones de presionar a un PSOE dividido y en horas
bajas, desde varios ángulos. Desde el Congreso mismo, situándolo frente al
espantajo de un sorpasso de Podemos; desde el Senado, donde la preeminencia del
PP es absoluta y donde Mariano quiere ubicar, para mayor comodidad, la comisión
parlamentaria que investigará a Fernández Díaz; y también desde el “poder”
judicial, terreno en el que los dos partidos juegan a repartirse cuotas de influencia
asimétricas, basadas en los añejos principios medievales de la feudalidad y el
vasallaje.
Por si fuera poco,
la corte mediática que rodea al gobierno es numerosa y nada tímida en el
momento de expresarse. Hemos visto manifestaciones recientes de acatamiento al
poder y hostilidad desbocada a sus enemigos, por parte de Victoria Prego,
Felipe González, Mario Vargas Llosa, Juan Cruz y Jorge M. Reverte, cito los que me salen de
memoria y ahorro al lector un largo etcétera. Una plétora de personalidades “independientes”
colabora esporádicamente en el apuntalamiento de la estabilidad relativa del
gobierno numéricamente inestable de Mariano. Hoy disparan todos contra Podemos,
desde la ficción consensuada de ser víctimas todos ellos de los modos
amenazantes y la sanfasón populista de los podemitas. Pero en el momento crítico
de la aprobación de los presupuestos, el PSOE se verá en serios apuros para
sobrellevar las azagayadas de esa tropa, caso de empeñarse de nuevo en mantener la
fórmula, ya acuñada y probada con escasa fortuna, del “No es No”.