Días después de que
Gustavito, el hipopótamo de un zoo de El Salvador, fuera muerto a palos por una
patota de jóvenes, otro grupo de visitantes ha roto a pedradas la crisma de un
cocodrilo en otro parque zoológico, de Túnez en esta ocasión. Un furtivo
disparó mortalmente contra dos guardas forestales, y no recuerda por qué lo
hizo. En Terrassa, tres chicas y dos chicos agredieron a golpes y patadas a un
joven del que querían vengarse, después de atraerlo a un lugar solitario; la
hazaña repite lo ocurrido en Murcia, donde la víctima fue una chica de la que
luego se supo que solía dedicarse en pandilla al mismo tipo de diversión. Los
sin techo son asaltados en sus refugios, y se prende fuego a las mantas con las
que se abrigan: Las mujeres que trasnochan solas en fiestas populares como el
fin de año en Colonia, o los sanfermines en Pamplona, o el carnaval en
Vilanova, son asaltadas y violadas en grupo. Un comando de okupas violentos,
apenas veinteañeros, se apodera en La Llagosta de unas viviendas recién
entregadas a familias de clase obrera, por el procedimiento de la patada en la
puerta. Un autocar fletado por una organización ultra religiosa pasea por las
calles de Madrid su puro odio a los transexuales. Y, por supuesto, la violencia
de género mantiene sus estándares en cifras de récord en estos inicios del año
del Señor (¿del “Señor”?) de 2017.
Se trata de sucesos
“normales”, no hay ninguna organización terrorista ni yihadista involucrada en
ellos, la policía los toma como rutina cotidiana. ¿Qué nos pasa? El viejo
adagio del “vive y deja vivir” ha perdido su vigencia con la pérdida de la
cohesión social, ese cemento que en tiempos nos unía al prójimo con lazos de
empatía. Hemos cruzado el umbral de otro mundo descarnado en el que la
convivencia es sustituida por la imposición arbitraria, los roles sociales se
afilan con una agresividad excesiva, y el dominio propio choca con el ajeno
haciendo saltar toda clase de chispas tóxicas.
Hay soluciones,
pero no inmediatas. Será prioritario en un entorno cívico tan degradado incidir
más en la educación desde la escuela primaria, sin duda. Pero no bastará.
Porque las noticias de los medios nos educan todos los días en el ejemplo práctico
del desprecio al diferente, del rencor al indigente, de la expulsión del sin
papeles, de la devolución en caliente del refugiado, de la agresión impune al
débil, del abuso consentido y la estafa legal, ya sea con las comisiones
bancarias, con las cláusulas suelo o con otras socaliñas. Etcétera.
En el mundo ideal
diseñado por los mandatarios que ahora mismo ordenan nuestros destinos, no está
prevista la protección para quien la necesita, no hay solidaridad ni empatía. Que
se jodan, cada cual para sí, es la consigna. El héroe del cómic neoposmoderno será
la persona común que, contra todas las probabilidades, consiga sobrevivir al
acecho y la agresión del poderoso.
Adiós, Gustavito.
Hasta luego, cocodrilo. Fue un placer conoceros.