domingo, 21 de abril de 2019

BUSCANDO EL CUERPO A CUERPO



Debate electoral a la antigua usanza, en el golfo de Lepanto (1571). Pintura de autor anónimo.

Diario de campaña

Si nos fiamos de las declaraciones, las cosas catalanas están incluso un poco peor de como estaban. Oriol Junqueras y Jordi Sánchez se postulaban como abanderados de la moderación frente a la irradiación tóxica de Waterloo/Sant Jaume, y esto es lo que han dicho. Junqueras: «La independencia será inevitable, antes o después.» Sánchez: «Cuanto antes nos vayamos, mejor: más felices seremos todos.»

¿Por qué piden entonces un referéndum, si la cosa está tan clara? Ambos parecen convencidos de que la independencia es algo que caerá por su propio peso, en virtud de una ley de la gravedad política anterior y superior incluso a cualquier Constitución, no solo a la vigente. En los dos “moderados” del bloque minoritario que reclaman el Brexit catalán como inevitable, con los ojos cerrados para no ver lo que inevitablemente ocurriría luego y que tan bien podría explicarles Theresa May, subyace un nuevo avatar de la vieja doctrina del “destino manifiesto”. Que se enunciaría del modo siguiente: no corresponde a la ciudadanía la tarea de decidir su propio destino (el tan publicitado “derecho a decidir”), puesto que la decisión está tomada ya por la naturaleza misma de las cosas.

La vieja y manida doctrina del Derecho Natural, una vez más. Con un estrambote (enunciado por Sánchez) en el que vale la pena detenerse: “más felices seremos todos”. ¿Todos, quiénes? ¿Catalanes y no catalanes? ¿Partidarios y contrarios? ¿Incluye esa declaración una amenaza solapada, o solo me lo parece a mí?

Pongan esa declaración de Sánchez al lado de esta otra de Laura Borràs. Es el comentario al paseo de Inés Arrimadas y sus monaguillos por el centro de Vic, que tropezó con una barrera de oposición montada por los CDR. Dice Borràs: «Quien busca problemas, los encuentra.» Y ahí hay otra amenaza ya no tan solapada, me parece.

No estoy justificando a Arrimadas, pero si desea meterse en un jardín, tiene derecho a ello porque los espacios públicos son públicos. Si los CDR quieren impedírselo, deben hacerlo sujetándose a lo que la ley declara sobre el valor público de los espacios públicos y sobre el respeto debido a la integridad de las personas; es decir, haciéndoles ver de forma civilizada su reprobación, no al paseo, que es inocente en sí mismo, sino a las concomitancias ideológicas.

Lo penoso del asunto es que en este tema se está produciendo una escalada, porque ni los hunos ni los hotros pueden actuar de otra manera. Los hunos necesitan provocar, porque de ello depende su supervivencia política a corto plazo; los hotros, por la misma razón, necesitan responder aguerridamente a la provocación, porque dejar la provocación sin respuesta equiparable les hundiría en el limbo de la irrelevancia.

La dinámica de los contrarios empuja de ese modo a un empeoramiento de la convivencia para quienes nos encontramos ─geográficamente─ en mitad de la vía elegida por ambos para el próximo choque de trenes.

En la imagen de arriba, el almirante Alí Pasha buscándose problemas en Lepanto, mientras Juan de Austria, Andrea Doria y Álvaro de Bazán llaman insistentemente a reconducir el diálogo montando los arcabuces. En medio del fregado, en la galera Marquesa, estaba el soldado Miguel de Cervantes. Mala suerte.