Debate electoral a la antigua usanza, en el golfo de
Lepanto (1571). Pintura de autor anónimo.
Diario de campaña
Si nos fiamos de
las declaraciones, las cosas catalanas están incluso un poco peor de como
estaban. Oriol Junqueras y Jordi Sánchez se postulaban como abanderados de la
moderación frente a la irradiación tóxica de Waterloo/Sant Jaume, y esto es lo
que han dicho. Junqueras: «La independencia será inevitable, antes o después.»
Sánchez: «Cuanto antes nos vayamos, mejor: más felices seremos todos.»
¿Por qué piden entonces
un referéndum, si la cosa está tan clara? Ambos parecen convencidos de que la
independencia es algo que caerá por su propio peso, en virtud de una ley de la
gravedad política anterior y superior incluso a cualquier Constitución, no solo
a la vigente. En los dos “moderados” del bloque minoritario que reclaman el
Brexit catalán como inevitable, con los ojos cerrados para no ver lo que inevitablemente
ocurriría luego y que tan bien podría explicarles Theresa May, subyace un nuevo
avatar de la vieja doctrina del “destino manifiesto”. Que se enunciaría del
modo siguiente: no corresponde a la ciudadanía la tarea de decidir su propio
destino (el tan publicitado “derecho a decidir”), puesto que la decisión está
tomada ya por la naturaleza misma de las cosas.
La vieja y manida
doctrina del Derecho Natural, una vez más. Con un estrambote (enunciado por
Sánchez) en el que vale la pena detenerse: “más felices seremos todos”. ¿Todos,
quiénes? ¿Catalanes y no catalanes? ¿Partidarios y contrarios? ¿Incluye esa declaración
una amenaza solapada, o solo me lo parece a mí?
Pongan esa
declaración de Sánchez al lado de esta otra de Laura Borràs. Es el comentario
al paseo de Inés Arrimadas y sus monaguillos por el centro de Vic, que tropezó
con una barrera de oposición montada por los CDR. Dice Borràs: «Quien busca
problemas, los encuentra.» Y ahí hay otra amenaza ya no tan solapada, me
parece.
No estoy
justificando a Arrimadas, pero si desea meterse en un jardín, tiene derecho a
ello porque los espacios públicos son públicos. Si los CDR quieren impedírselo,
deben hacerlo sujetándose a lo que la ley declara sobre el valor público de los
espacios públicos y sobre el respeto debido a la integridad de las personas; es decir,
haciéndoles ver de forma civilizada su reprobación, no al paseo, que es inocente en sí mismo, sino a las concomitancias ideológicas.
Lo penoso del
asunto es que en este tema se está produciendo una escalada, porque ni los hunos
ni los hotros pueden actuar de otra manera. Los hunos necesitan provocar, porque
de ello depende su supervivencia política a corto plazo; los hotros, por la
misma razón, necesitan responder aguerridamente a la provocación, porque dejar la provocación
sin respuesta equiparable les hundiría en el limbo de la irrelevancia.
La dinámica de los
contrarios empuja de ese modo a un empeoramiento de la convivencia para quienes
nos encontramos ─geográficamente─ en mitad de la vía elegida por ambos para el próximo
choque de trenes.
En la imagen de
arriba, el almirante Alí Pasha buscándose problemas en Lepanto, mientras Juan
de Austria, Andrea Doria y Álvaro de Bazán llaman insistentemente a reconducir
el diálogo montando los arcabuces. En medio del fregado, en la galera Marquesa, estaba el soldado Miguel de Cervantes. Mala suerte.