No estaría de más
que en la jornada de hoy sábado de los Diálogos Andalucía-Cataluña ─a los que no
me ha sido posible asistir debido a una prioridad de naturaleza privada─,
resonara con fuerza el deseo expresado por el historiador francés Benoît Pellistrandi,
entrevistado en lavanguardia de hoy por Eusebio Val. El deseo consiste en que
Cataluña “acepte serenamente” lo que es, y evite “el sueño peligroso” de lo que
no es. Quienes amamos a Cataluña y valoramos en mucho lo que es, y significa, y
representa, en el conjunto de España, hemos de estar agradecidos a Pellistrandi
por haberlo expresado con tanta claridad:
«Hay un sueño histórico por parte del
independentismo. Hay que despertar de ese sueño. Por eso digo que Catalunya
tiene que volver a ser lo que es, porque es suficiente. Tiene una densidad
propia. Entiendo perfectamente que los catalanes estén orgullosos de lo que es
Catalunya, pero de la Catalunya real, no de la Catalunya imaginada.»
Me da lo mismo, en
el fondo, que esa realidad se acepte “serenamente” o no. Mejor que haya
serenidad, aunque mucho me temo que la cuestión será conflictiva durante largo
tiempo aún.
Pero la Cataluña
real es suficiente para vivir. Y no solo eso; es imprescindible. No cabe vivir
en la fantasía. «El procés ha sido
una chapuza», dice Pellistrandi. A esa chapuza visible ya para todos se siguen
aferrando Carles Puigdemont y Quim Torra y Elsa Artadi, propagandistas de un
nacionalismo de opereta. Los sondeos pronostican que así les va a ir.
Ha dicho Torra que
la democracia está por encima de la ley. Esa democracia de Torra es tan
inventada como la Cataluña que defiende. ¿Qué es la democracia sin la ley, secundum Torra? No se puede ir por el
mundo utilizando acrobacias verbales para describir una realidad vista con
anteojeras.
El mundo real es un
conglomerado imposible de abarcar desde un único punto de vista, por
privilegiado que parezca. La realidad es compleja. También es tozuda, lo dijo
Marx, no se deja manipular con la facilidad de una pastaflora.
Y la realidad compleja
que vivimos hoy es dramática; en algunos aspectos, informe, desmesurada,
monstruosa. Movilizarse para cambiarla va a exigir energías que se están
despilfarrando en lanzadas propinadas a las aspas de los molinos de viento.
En ese ejercicio
estéril parece que va a centrarse la actual campaña electoral. El elemento fundamental
sería la dolorosa existencia de “prisispilítics”. Mientras, para abrir boca Alberto
Carlos Rivera ha recomendado a TV3 que “rece” para que Pedro Sánchez salga mayoritario
(si no sale, se entiende, TV3 dejará de existir). Pablo Casado, por su parte,
declara que su programa político se reduce a echar a Sánchez del gobierno.
Santiago Abascal quiere resucitar la censura ideológica, se supone que como
paso previo a la reinstauración del Tribunal de la Santa Inquisición.
Cuando los
nacionalistas despierten de su sueño, el dinosaurio seguirá aquí.