martes, 30 de abril de 2019

IMPACIENCIA


El diálogo para la formación de gobierno entra de momento en la nevera, pendiente de lo que pueda suceder el 26-M. Sea. Es una cautela de Catón escolar, para evitar pillarse los dedos en una puerta, ¿acaso en una puerta giratoria?

El sosiego y la tranquilidad prometidos por Sánchez quedan, de este modo, aplazados también. No podremos tener mucho sosiego hasta ver materializados aquellos presupuestos “comunistas” que denunció Casado en campaña, y hasta que queden aprobadas y amarradas con solidez las reformas reclamadas por los sindicatos a la reforma laboral.

Mientras tanto, o mucho me equivoco o estamos en las mismas que estábamos. Disculpen mi impaciencia, pero puesto que hemos conseguido entre todos una victoria, lógico es que pensemos que esta ha de quedar bien patente y visible.

Me explico:

1) Ha habido una pinza entre la derecha de siempre, la nueva derecha, la ultra derecha y el mecanismo de bloqueo accionado desde Waterloo ─por no mencionar la persistente acción de los lobbys─, para anular y revertir en lo posible el efecto político dinamizador de la moción de censura del año pasado. Para frenar el cambio, salió rápidamente a escena el espantajo del caos.

2) La pinza ha quedado desbaratada en las urnas, como se debe. El color rojo se ha extendido por toda la piel del toro; el caos se ha empequeñecido.

En Cataluña, el punto más delicado, la ciudadanía ha dado con discreción la espalda a Waterloo, y la unidad de destino indepe en lo universal se ha roto, con poco ruido y sin más gestos altisonantes de los estrictamente necesarios.

Los nazarenos han dejado sus capuchas cónicas en el guardarropa de la cofradía; los toreros propuestos por el patronato de la tauromaquia no han llegado al parlamento; el portentoso aparato burocrático del Partido Popular tendrá que negociar un ERE, porque el resultado institucional no le da ni para pagar los sueldos. Y la Legión Troyana de los novios de la muerte que se nos echaba encima a bayoneta calada, ha quedado reducida a una ultraderechita.

3) Mención aparte merece la soberbia de Rivera, que después de autoproclamarse ganador de los debates y favorito de las encuestas, ahora se erige en líder de la oposición. Ha subido en votos, pero al estilo de los buitres, alimentándose de la carroña debida al desmoronamiento del PP; y tiene más diputados, pero casi todos procedentes de la España vacía, donde ha ido dejando un rosario de promesas que nunca pensó cumplir, y menos aún desde la irrelevancia a la que le condena la correlación de fuerzas. Sus patronos del Ibex le han presionado pidiéndole una aproximación al PSOE para una coalición que tendría todas las bendiciones de la gran banca, las troikas, el Financial Times y The Economist. Rivera ha dicho que no, que para lo que quiere hacer, con su tropa de 57 diputados le basta.

4) En este envite ciertamente apurado, las gentes de la izquierda hemos acudido a las urnas con dos demandas urgentes: unos presupuestos sociales y una reforma exprés de las reformas laborales. Son dos reivindicaciones inexcusables en el cortísimo plazo. Las querríamos ya, anunciadas en titulares en los telediarios de esta noche. No va a poder ser; el diálogo para la formación de gobierno queda congelado hasta después del 26 de mayo.

Aguardaremos la fecha con impaciencia. Volveremos ese día a las urnas con más convicción, porque nuestro voto se ha demostrado útil.

Y luego, supuesto que todo salga como debe, exigiremos que las reivindicaciones congeladas se metan en el horno microondas.