miércoles, 17 de abril de 2019

REFLEJOS DE REALIDAD EN UN PLATÓ


Diario de campaña

No seguí el debate de anoche en la televisión. Cuento con dos buenas excusas: una, estoy en Grecia, y por consiguiente alejado del ojo del huracán mediático; y dos, ayer el Barça se jugaba el pase a semifinales de la Champions. Ninguna de las dos objeciones es estrictamente de fuerza mayor, pero hay una tercera mucho más indiscutible: son años ya en los que no sigo los debates de campaña televisados, ni siquiera dándose las mejores condiciones para la audiencia. Me parecen show business, en el peor sentido de la expresión.

Llámenlo pasotismo. Nunca falto a mi cita con las urnas, y en general no me afecta el mal de la indecisión: tengo claro casi siempre a quién he de votar, quiénes son “los míos” en cada turno de elecciones. Si no soporto los debates de campaña es por otra clase de pasotismo: los encuentro de una vaciedad insoportable, por los muy escasos reflejos de realidad que se cuelan en el plató.

Vamos a los ejemplos. Leo en la prensa que Inés Arrimadas criticó a Pedro Sánchez y aseguró que este va a dejar el ministerio de Economía en manos de “los comunistas de Podemos”. Es una percepción interesante, un spoiler en la actual fraseología de los audiovisuales, y me habría gustado que diese más detalles sobre cómo lo sabe, y en quién está pensando Sánchez para un puesto tan comprometido y apasionante. Pero el hilo se quedó sin continuidad.

Cayetana Álvarez de Toledo pontificó que el presidente del gobierno es “el vanidoso útil del separatismo”, una frase que huele de lejos a laboratorio de los think tanks; demasiado elaborada para ser espontánea, y demasiado parabólica para calar en una audiencia recalentada más proclive a las pulsiones primarias, al tiro con bala rasa ("Sánchez es ETA", por ejemplo). María Jesús Montero replicó a Arrimadas que el milagro económico del PP está en la cárcel (cierto, pero solo en una mínima parte), e Irene Montero reprochó a Álvarez que en su particular idea del feminismo las violaciones no son para tanto.

Todo ello se reduce, me temo, o bien a descalificaciones gratuitas ad personam, o bien a juicios de intenciones; y no responde al enunciado de un debate sobre programas. No surgió, al menos en las reseñas de los periódicos, nada más sobre los temas de la economía y el trabajo, lo que indica que la acusación de Arrimadas no era un spoiler, sino un mcguffin.  

Mientras, la Junta Electoral hace un favor a Vox al no dejarle participar en estos happenings mediáticos. Vox crece desde el tuit y el uachá. En formato grande y con discurso largo, no es nada. Una aparición en batería con el resto de candidatos (no hay candidatas en esta ocasión al sillón presidencial; tomen nota) revelaría el secreto hasta ahora mejor guardado de su formación: que Santiago Abascal no es distinto de los demás, que está hecho de la misma pasta terrenal, tiene sus limitaciones como todos y ninguna luz interior lo ilumina con un aura de salvador.

Abascal se vería obligado a funcionar en línea con el resto del elenco. Tal vez aseguraría que Sánchez se sienta a la mesa con pederastas, violadores y asesinos; pero eso ya lo han dicho otros antes.