Diario de campaña
No seguí el debate
televisado, pero esta mañana he procurado enterarme de cómo fue la cosa. He
consultado varios medios, y lo único que he sacado en claro es que nada quedó
claro. Hay expertos que dan ganador a Iglesias y otros que le consideran el
gran perdedor. Con Rivera, lo mismo. De Sánchez dicen que aguantó bien el
envite. De Casado, que perdió su gran oportunidad.
Hay cierta
coincidencia en que todo ha quedado para el partido de vuelta, o sea hoy. Pero
hoy es la Diada de Sant Jordi, y el debate coincide con el partido de fútbol
Alavés-Barcelona, y los cuatro candidatos están ya muy vistos. El escritor
polaco Stanislaw Lec nos advirtió a todos en una ocasión que no debíamos
esperar gran cosa del fin del mundo. Más o menos lo mismo cabe esperar de este inminente
Debate Part Two. Máxima expectación y resultados ridículos. Sin contar la
sospecha permanente de que el ganador del debate y el de las elecciones no
serán la misma persona. Un debate no es un spoiler.
Rivera, al parecer,
quiso meter ayer con calzador en la apacible velada la bronca de Cataluña. Enseñó
una foto enmarcada de Pedro Sánchez junto a Quim Torra. Es una foto conocida, ya
publicada, tomada en un acto institucional. Aparecen los dos ahí en función del
cargo que ocupan. No se trata ni de un encuentro secreto, ni de la negociación sobre
los 21 puntos que Rivera dice que han acordado sin que tal cosa conste en
ninguna parte, ni del compadreo de votos por indultos, que Rivera dice que va a
tener lugar antes incluso de que haya ninguna pena susceptible de ser
indultada.
No hay nada entre
dos platos, en sustancia.
Pero sí hay un
detalle intrigante en esa fotografía: el marco.
Quiero decir, ¿cuál
es el significado del marco? ¿Su significado último, su explicación
psicoanalítica, su arraigo subconsciente, su simbología en términos de tótem y
tabú?
No pasen de
puntillas delante del detalle. No se trata de una fruslería, de una anécdota
desprovista de importancia. Hay algo más ahí dentro, un sentido profundo. Una
foto se enmarca cuando uno quiere tenerla visible en el escritorio; o encima del
aparador; o, en gran formato, en la pared bien iluminada de ese rincón del
cuarto de estar.
Cuando es la prueba
de un delito, una fotografía nunca se enmarca. Lo vemos todos los días en las
series policiales de Ley y Orden. Las fotografías se despliegan sobre la mesa
de la sala de interrogatorios de modo que el sospechoso las vea bien, se
percate de lo que significan, y de qué modo lo delatan de forma irreversible. “¿Qué
dices a esto, eh Sánchez, puta escoria de los bajos fondos?”
Pero se trata de
fotos sin enmarcar. Señálenme una excepción, solo una. No la encontrarán.
¿Por qué entonces presentó
Alberto Carlos en el plató la prueba supuestamente fehaciente de la connivencia
entre el socialismo y el independentismo bella y estéticamente enmarcada,
quizás incluso con paspartú?
Qué querencia, qué
delirio, qué libélula vaga de una vaga ilusión, se albergaba recóndita en ese
marco primoroso que colocó Rivera con el objeto de realzar la imagen de dos
políticos colocados lado a lado, mirando cada cual al vacío, sin nada que
decirse y deseando que se largue de una vez la prensa gráfica para acabar con
ese inacabable momento de incomodidad.
Quién ganó, quién
perdió, quién subsistió, quién dejó en el debate de anoche un recuerdo para
enmarcar.