lunes, 15 de abril de 2019

PENSAR EN GRANDE


Diario de campaña

Xavier Vidal-Folch sintetiza hoy con justeza en elpais el programa económico del PP. Lo califica de provocación. Y no es solo del PP, por lo demás, sino de las tres derechas mancomunadas. De las tres. No hay disonancias de fondo en este aspecto, a pesar del exabrupto de Feijoo («¡qué coño sabe Vox de nada!»). Las únicas discordancias entre las tres plataformas obedecen a una competición pueril entre los tres tenores, para ver cuál de ellos mea más lejos.

Esto es lo que escribe Vidal-Folch: «En síntesis apretadísima, el programa fiscal del PP consiste en bajar los impuestos a los ricos y reducir los ingresos de los pobres. En resumen menos apretado, eso se traduce en bajar el impuesto de sociedades (por debajo del 20%), suprimir al 99% el de sucesiones (herencias) y al 100% el de patrimonio, podar a fondo el impuesto sobre la renta (40% el tipo máximo), rebajar el salario mínimo (a 850 euros) y pegar un hachazo a las pensiones.»

No es un programa engrescador para la ciudadanía de a pie, que es la que vota en último término, pero ellos están decididos a seducirla con músicas marciales como primera providencia, y luego a imponer lo anunciado por las buenas o preferiblemente por las malas. Empezando por Cataluña.

Se prevén turbulencias, claro está, pero para ellas disponen los tenores de un remedio específico de cuya eficacia probada se hacen cruces. A saber, proseguir el trayecto completo de ida sin vuelta, desde el aburrido Estado Social de otras épocas y prolongando la actual transición encarnada en el Estado Deudor, hacia el genuino, el único, desconfíe de las imitaciones, Estado Policial, aquella tierra de promisión que fue la verdadera gran innovación que nos dejó el franquismo como sistema de gobierno.

Hemos comprobado ya que las cloacas policiales del Estado han estado en pleno funcionamiento en la última etapa, bajo la prudente gestión del Beato Jorge Fernández Díaz y la supervisión del enigmático M. Rajoy, seudónimo utilizado en los papeles de Bárcenas para designar a una eminencia gris que aún no ha podido ser adecuadamente identificada.

Marlaska declara que ahora no ocurre así, que no hay cloacas. Y no hay razón para no creerle. Pero sí hay razón suficiente para añadir, a los puntos económicos enumerados arriba por Vidal-Folch, una reivindicación más en el programa de las derechas, no explícita pero tampoco desdeñable: el retorno jubiloso de las cloacas policiales como instrumento represivo subterráneo y eficaz contra la previsible rebelión de los débiles.

Frente a este viento de fronda, la izquierda aparece bastante más desarticulada. Al PSOE de Pedro Sánchez se le suponen todas las debilidades del PSOE que fue de Rodríguez Zapatero, olvidando que no ha habido entre los dos una sucesión natural sino una cesura traumática. Dice Martín Landa, en un artículo reciente publicado en Nueva Tribuna: «Sin Podemos, o con un Podemos debilitado y que no sume para poder condicionar las políticas sociales y el giro a la izquierda, sencillamente volverán los titubeos del PSOE timorato de siempre.»

Descuida Landa dos cuestiones importantes: primera, que los titubeos de Podemos, y su participación activa en el deshilachamiento de una opción conjunta de izquierda en el país, han sido en la última época mucho más visibles y graves que los del PSOE. Podemos, para decirlo en plata, no puede erigirse hoy en garante de nada, en la política nacional. El regreso de Pablo Iglesias después de los preceptivos cuarenta días practicando el ayuno y la oración en el desierto no mediático, no ha aportado ninguna novedad sustancial. Se ha dolido del espectáculo gratuito dado por su formación a la ciudadanía, y ha seguido en las mismas después de pedir perdón. Si quiere crédito, habrá de ganárselo.

Segunda, ese “volverán los titubeos del PSOE” si no hay ministros de Podemos en el gobierno, parece más una condición impuesta para la coalición, que una profecía insuficientemente fundamentada. El espectáculo bochornoso de Madrid se produjo por una injerencia del mismo tipo, encaminada a prevenir potenciales "titubeos" de Manuela Carmena.

La izquierda debe pensar en grande, en este trance. Reformar el Estado con una mayor ambición de intervención y de innovación en las políticas públicas, con una amplia apertura de campo a la negociación social realmente paritaria y a la protección al trabajo asalariado, desprovista de toda idea de caridad hacia el pobre, sino al contrario de procura de una mayor eficiencia y democracia en los mecanismos de producción de bienes y servicios. El Estado debe avanzar además con decisión en la transición hacia energías limpias, consciente del cambio de paradigma económico y social que esa transición implica. Debe finalmente intervenir en Europa desde una posición clara respecto de lo que le corresponde hacer a Europa y lo que le toca a España dentro de una Europa realmente unida.

Pensar en grande. Isabel Celaá, Magdalena Valerio, Teresa Ribera o María Jesús Montero me parecen en este momento garantías más sólidas en ese camino que la reclamación genérica de ministros “de Podemos”. Estaríamos interesados, en el mejor de los casos, en saber a quiénes proponen, y para qué. Esto es política, y no un juego de rol. El 28-A todos nos jugamos mucho.