Las relaciones
afectivas con mi nieto Mihail van como la seda. Viento en popa. Yo he sido
siempre un second best para él,
comparado con Carmen (l’Avia), que es su locura. En una ocasión, hace ya años (ahora
tiene 11), se le declaró. O sea, le dijo que cuando fuera mayor se casaría con
ella. “Pero Mihail, se escandalizó Carmen. ¿Qué haremos entonces con el Avi?” Y
él se encogió de hombros. “Puede quedarse en casa, a mí no me molesta.”
Así estaban establecidas
las cosas, y vistas en conjunto no se puede decir que estuvieran mal. Pero la
tendencia reciente es incluso a mejorar. Mihail y yo nos entendemos desde una
base muy satisfactoria de paridad y de reciprocidad. Por reciprocidad entiendo
que a mí él me cae bien, y por su parte también yo le gusto. Por paridad, entiendo
que el amor recíproco que nos dedicamos está enteramente exento de obligaciones
establecidas y de imposiciones de cualquier tipo.
Esa característica
me sitúa con cierta ventaja sobre Nikos, el padre de Mihail, el cual según su
opinión es “una buena persona”, pero con frecuencia le viene con exigencias abusivas,
tales como que haga puntualmente los deberes escolares. Eso ya es malo de por
sí pero es que además, si no cumple, lo castiga. Los castigos en general le
traen bastante al fresco a Mihail, que es estoico por naturaleza; pero uno de
ellos lo considera un atropello insufrible, y es que le requise la tableta. La
tableta requisada es una herida siempre sangrante que se interpone de forma
intermitente en el amor filial indudable que siente Mihail hacia Nikos.
Conmigo, el
problema desaparece. Yo le dejo jugar con su tableta y él me deja escribir en
mi ordenador. A los dos nos produce extrañeza que el otro tenga gustos tan
raros, pero nos aceptamos tal como somos.
Todo este estado de cosas ha
quedado más o menos documentado en una redacción de Mihail para la escuela.
Tenía que describir a una persona, y me eligió a mí: “Mi abuelo”, es el título.
“Por aquí viene
poco”, señala [fue poco antes de esta última y larga visita obligada por
circunstancias de salud de su madre], “de modo que casi solo lo veo en
Barcelona.”
“Mi abuelo es alto
y un poco rellenito”, me describe físicamente con acierto. “A primera vista es
muy serio, pero si lo tratas más, es simpático y divertido.”
"Me cuenta muchas historias." [Él a cambio me cuenta los juegos nuevos que descubre en la tableta. De algunos, reconoce que son "muy complicados".]
"Me cuenta muchas historias." [Él a cambio me cuenta los juegos nuevos que descubre en la tableta. De algunos, reconoce que son "muy complicados".]
“Se pasa el día
trabajando en un blog que escribe sobre la independencia.” [Exagera, el blog no
me cuesta tantas horas, y la independencia es solo uno de los temas que trato.
Pero sí leo y escribo bastantes horas diarias en el ordenador.]
“De la tele lo
único que le interesa son los partidos de fútbol, y los goles míticos del Barça.” [Tiene demasiada
razón. Ocasionalmente he intentado librarme del vicio del fútbol televisado, peor que el del tabaco; pero recaigo
una y otra vez.]
Eso viene a ser
todo. El balance que cabe extraer del medio folio es francamente positivo. La maestra
le puso la nota máxima, pero además añadió con bolígrafo rojo un “¡Bravo!” (En
caracteres griegos se escribe más o menos así: “MPRABO!”)
Mihail está muy
orgulloso de su redacción. Yo también.