martes, 9 de abril de 2019

YO, VISTO POR MI NIETO


Las relaciones afectivas con mi nieto Mihail van como la seda. Viento en popa. Yo he sido siempre un second best para él, comparado con Carmen (l’Avia), que es su locura. En una ocasión, hace ya años (ahora tiene 11), se le declaró. O sea, le dijo que cuando fuera mayor se casaría con ella. “Pero Mihail, se escandalizó Carmen. ¿Qué haremos entonces con el Avi?” Y él se encogió de hombros. “Puede quedarse en casa, a mí no me molesta.”

Así estaban establecidas las cosas, y vistas en conjunto no se puede decir que estuvieran mal. Pero la tendencia reciente es incluso a mejorar. Mihail y yo nos entendemos desde una base muy satisfactoria de paridad y de reciprocidad. Por reciprocidad entiendo que a mí él me cae bien, y por su parte también yo le gusto. Por paridad, entiendo que el amor recíproco que nos dedicamos está enteramente exento de obligaciones establecidas y de imposiciones de cualquier tipo.

Esa característica me sitúa con cierta ventaja sobre Nikos, el padre de Mihail, el cual según su opinión es “una buena persona”, pero con frecuencia le viene con exigencias abusivas, tales como que haga puntualmente los deberes escolares. Eso ya es malo de por sí pero es que además, si no cumple, lo castiga. Los castigos en general le traen bastante al fresco a Mihail, que es estoico por naturaleza; pero uno de ellos lo considera un atropello insufrible, y es que le requise la tableta. La tableta requisada es una herida siempre sangrante que se interpone de forma intermitente en el amor filial indudable que siente Mihail hacia Nikos.

Conmigo, el problema desaparece. Yo le dejo jugar con su tableta y él me deja escribir en mi ordenador. A los dos nos produce extrañeza que el otro tenga gustos tan raros, pero nos aceptamos tal como somos.

Todo este estado de cosas ha quedado más o menos documentado en una redacción de Mihail para la escuela. Tenía que describir a una persona, y me eligió a mí: “Mi abuelo”, es el título.

“Por aquí viene poco”, señala [fue poco antes de esta última y larga visita obligada por circunstancias de salud de su madre], “de modo que casi solo lo veo en Barcelona.”

“Mi abuelo es alto y un poco rellenito”, me describe físicamente con acierto. “A primera vista es muy serio, pero si lo tratas más, es simpático y divertido.”

"Me cuenta muchas historias." [Él a cambio me cuenta los juegos nuevos que descubre en la tableta. De algunos, reconoce que son "muy complicados".]

“Se pasa el día trabajando en un blog que escribe sobre la independencia.” [Exagera, el blog no me cuesta tantas horas, y la independencia es solo uno de los temas que trato. Pero sí leo y escribo bastantes horas diarias en el ordenador.]

“De la tele lo único que le interesa son los partidos de fútbol, y los goles míticos del Barça.” [Tiene demasiada razón. Ocasionalmente he intentado librarme del vicio del fútbol televisado, peor que el del tabaco; pero recaigo una y otra vez.]

Eso viene a ser todo. El balance que cabe extraer del medio folio es francamente positivo. La maestra le puso la nota máxima, pero además añadió con bolígrafo rojo un “¡Bravo!” (En caracteres griegos se escribe más o menos así: “MPRABO!”)

Mihail está muy orgulloso de su redacción. Yo también.