lunes, 30 de diciembre de 2019

EL PACTO Y EL CENTRO-DERECHA



“In ictu oculi”, de Juan de Valdés Leal, pintura del género de las Vanitas, que podría representar adecuadamente los sentimientos profundos del centro-derecha español ante el futurible nuevo gobierno.


El sí del PNV y la abstención de ERC están ya prácticamente en el saco de ese felón, Pedro Sánchez. Arrimadas vacila, aunque las bases de C’s se han manifestado sin tapujos a favor del contubernio. Están a punto de consumarse las coyundas nefandas de España con la Antiespaña, ambas eternas en su contradictoriedad. La conjunción astral puede producirse el día de los Magos, 6 de enero de 2020. España habrá perdido el honor y la vergüenza, pero habrá ganado la estabilidad política necesaria y quién sabe cuántas cosas más que, como el Reino de Dios y su Justicia, se nos darán a los incrédulos por añadidura.

Felicitémonos por el desenlace positivo del laborioso parto, brindando con una copa de cava. Mejor aún con tres copas, una de cava catalán, otra de valenciano y la tercera de extremeño. Nadie sobra en esta celebración.

Los tertulianos de todos los colores nos han venido dando la tabarra en los medios con la cantinela de que con nosotros no hay modo, no tenemos remedio, en este país no hay cultura de pactos. Va a ser que tampoco es eso. Sí hay cultura de pactos, pero estaba bastante soterrada bajo capas geológicas de prepotencia y de “esto lo arreglaba yo sacando los tanques a la calle”.

Pablo Casado va a hacer una oposición inflexible. Inflexible viene a significar que atacará al gobierno por fas o por nefas, en función de lo que sea que diga y haga ante cualquier problema. Lo importante del caso no será la coherencia en la oposición, sino impedir a toda costa la temida estabilidad y torpedear el odioso consenso del PSOE, que la gente de orden había tomado de buena fe como “uno de los nuestros”, con los sediciosos y los proetarras. Últimamente Casado ha afirmado que llevará al TC a Sánchez por la congelación de las pensiones, ¿desde cuándo es partidario él de subir las pensiones? Su plan, sin embargo, vale como un ejemplo de antipolítica judicializada que se estudiará en los masters de las Facultades de Ciencias Políticas algún día. A eso lo llama Casado ser de centro.

A Santiago Abascal, por su parte, se le desconocen veleidades centristas; lo suyo va a ser una oposición virulenta, bronquista, que ha empezado con la disputa a base de empujones de los mejores asientos del Congreso. Ahora está pidiendo las listas de los firmantes de la abogacía del Estado que se inclinen por dejar en libertinaje (no confundir con la libertad) a Oriol Junqueras. ¿Para ponerlas en una vitrina? ¿Para hacerles escraches?

Con Abascal vuelve a nuestras narices aquel característico olor a chamusquina que flotaba hace varios siglos por nuestras plazas mayores después de los espléndidos autos de fe celebrados en ellas con gran éxito de crítica y público. Entonces no se pactaba, entonces no se transigía; entonces se era español a machamartillo, o no se era nada. O para mayor precisión, y siguiendo la gradación establecida en un soneto célebre por don Luis de Góngora, que sabía de lo que hablaba: o bien cumplía uno a rajatabla con la patria y con la doctrina, o se metamorfoseaba in ictu oculi, en un abrir y cerrar de ojos, «… en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada.»