viernes, 20 de diciembre de 2019

PREPOTENCIA O AUTOESTIMA



Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, obra de Francisco Rizi que se conserva en el Museo del Prado. El suceso tuvo lugar el 30 de junio de 1680, y duró todo el día. Estuvo presidido por los reyes Carlos II y María Luisa de Borbón, y por el Inquisidor General, que a la sazón era el obispo de Plasencia Diego Sarmiento de Valladares.


En la portada de elpais de hoy coinciden la inmunidad reconocida por el Tribunal Europeo a Oriol Junqueras y un trabajo erudito para desmontar el constructo edificado con materiales de derribo por Doña Elvira Roca Barea (Imperiofobia) con la loable finalidad de demostrar la existencia de una constante propaganda antiespañola, la llamada “leyenda negra”, no solo en la época en la que el imperio filipino se extendía a las Yndias próvidas, sino incluso ahora que no existe más imperio español que el de las estadísticas del Real Madrid en la Champions League.

El cotejo de los dos textos publicados en elpais permite la deducción, no demasiado arriesgada, de que Doña Elvira y su cohorte de admiradores considerarán el reconocimiento de la inmunidad parlamentaria europea de Junqueras como un hito más, demostrativo de las maniobras turbias de la Antiespaña eterna.

No es necesariamente así. La decisión del TJUE también puede ser vista como una reparación de las normas del estado de derecho, frente a las decisiones impetuosas pero poco escrupulosas de los fiscales españoles, más atentos al fondo imaginado de la cuestión (“rebelión violenta”, sea cual sea el encaje de la figura en los códigos vigentes) que a las formas y las garantías que la idea democrática exige para todos sin excepción, y no únicamente para los “nuestros”.

De modo que la sentencia europea no valida el procesismo, sino que es únicamente la salvaguarda de un derecho individual (que puede extenderse a Puigdemont y a Comín) frente a una arbitrariedad jurídica de orden secundario. Esto es algo que también debería ser tenido en cuenta por el independentismo, demasiado proclive a euforizarse pensando que «Europa nos apoya» debido a la tan repetida confusión, característicamente española por lo demás, entre lo político y lo jurídico, nacida tal vez con el desempeño de Fray Tomás de Torquemada al frente del Tribunal de la Inquisición. Según la leyenda negra Fray Tomás se pasó tres pueblos en la represión de la herejía; en la visión de Doña Elvira, el único problema que tenemos los españoles es que nos falta autoestima.

Sin embargo, los luteranos, los judaizantes, los calvinistas, los puritanos, las brujas y otras gentes aún, heterodoxas en el sentido más amplio de la palabra, ardieron en hogueras minuciosamente preparadas por las autoridades españolas después de procesos puntillosos. Miguel Delibes dejó constancia de aquel clima religioso y social en El hereje, una novela monumental.

La libertad de opinión y de expresión no estaban en vigor entonces, y todo se reducía a la dialéctica desigual entre el “nosotros”” y el “ellos”, al espíritu de  cruzada y al "a por ellos, oé”. Y quizá tiene razón a sensu contrario Doña Elvira al considerar que esa estructura mental se ha prolongado indefinidamente en el tiempo y sigue de alguna forma vigente, después de tanta agua como ha pasado bajo los puentes.

Dice Doña Elvira que el problema de fondo es que nos falta autoestima; puede también que en muchas ocasiones nos sobre prepotencia.