lunes, 9 de diciembre de 2019

TEMPORALIDAD INSOPORTABLE



Limpieza de oficinas, un ámbito laboral en el que la fijeza en el empleo es prácticamente inexistente.


De “temporalidad insoportable” califica Antonio Baylos la conclusión que cabe extraer de un informe sobre el mercado de trabajo en 2018, realizado por Alberto Pérez, de ADECCO Group. El lector podrá encontrar el comentario pormenorizado del catedrático de Derecho Laboral y maestro de laboralistas en https://baylos.blogspot.com/2019/12/los-resultados-de-la-contratacion-en.html.

Las cifras son terribles: 21,5 millones de contratos para un censo laboral de 16,45 millones de personas, lo que supone ya una primera anomalía. Y solo el 6,74% de esos contratos tuvieron carácter de indefinidos; lo que en las actuales circunstancias del mercado de trabajo no significa tampoco que su duración esté garantizada: más del 40% de ellos no resisten los seis meses de vigencia.

De los contratos temporales (93,26% del total), un 29,82% fueron extendidos para un periodo que no llegaba a los 7 días; en un 43%, la duración fue inferior a un mes. La gran mayoría de estos contratos temporales desatendieron las modalidades de contratación para la formación y en prácticas, y recurrieron a dos figuras jurídicas concretas: “circunstancias de la producción” (9.829.687 contratos, lo que significaría una imprevisión asombrosa por parte de la dirección de la empresa acerca de las circunstancias de la producción, si no significara otra cosa) y “obra y servicios” (8.267.138) lo que sugiere que la plantilla teóricamente “normal” con la que la empresa afronta su actividad regular, o no existe, o está reducida al mínimo mínimo.

Subraya Baylos que el peso incuestionable de las cifras citadas indica que existe una contratación irregular, practicada en fraude de ley y contra los preceptos constitucionales que amparan el derecho al trabajo; y que esa irregularidad está “consentida” por las autoridades laborales. Los empresarios trasladan todas las incertidumbres y los contratiempos del proceso productivo a sus asalariados, se aseguran de su docilidad, e infringen los derechos que les corresponderían en un estado de derecho en tanto que personas y ciudadanos.

Estamos hablando de empresarios “normales”. Además de esa fuerza de trabajo asalariada cifrada en 16,45 millones de personas, sería preciso hacer entrar en el cómputo global a los “autónomos dependientes”, oxímoron por desgracia muy real en el trabajo organizado en plataformas como Uber o Glovo, y los “emprendedores” que se explotan a sí mismos con jornadas agotadoras o con trabajo “a la espera”, para grandes empresas que recurren a ellos como una forma aceptada, que no aceptable, de incrementar la cuenta de resultados a partir de un ahorro sustancioso en fuerza de trabajo limpia de polvo y paja, ya que cotiza por sí misma las cuotas correspondientes a la asistencia sanitaria y la previsión social.

Un último dato significativo del informe de Alberto Pérez incide en la geografía de la precariedad. Precariedad la hay en todas partes, desde luego, pero en el microscopio del análisis pueden apreciarse diferencias sensibles entre aquellas provincias que no llegan al 2% de contratación fija (son cuatro: Jaén, Huelva, Córdoba y Badajoz) y las otras cuatro que superan el 10% (Madrid en cabeza con el 14; Baleares, 12; Girona, 11,2, y Barcelona, 10,59).