Vista panorámica de Singapur.
La facilitación me parece
un mecanismo importante para las negociaciones complejas, tan frecuentes en las
relaciones políticas. Al señor García-Page, presidente socialista de la
comunidad de Castilla-La Mancha, en cambio, no se lo parece. Yo desearía que
los Reyes Magos me trajeran de regalo, en los primeros días de enero si antes
no es posible, un bonito y flamante gobierno de coalición. No me importa mucho
quién esté dentro y quién quede fuera, pero sí pediría que fuera un gobierno
estable, sin el remoquete de “en funciones”, y que empezara sin prisa pero sin
pausa a hacer su trabajo de cara al bienestar material y moral de todos
nosotros, “los antes bienhadados y los agora tristes y afligidos”, como lo
habría expresado Fray Luis de León.
Emiliano García-Page
desea por encima de todo que los Magos no le traigan vaselina de regalo. La
alusión parece transparente: si es de necesidad que se la hinquen por retambufa,
el honorable barón prefiere que sea al modo viril, sin “facilitaciones” ni
amaneramientos que solo pueden llevarnos a perder la recia tradición carpetovetónica
de dar (y tomar) por culo todo lo que se pueda y más.
Por mi parte, estoy
encantado de que la ONU haya nombrado dos facilitadores oficiales (vulgo “vaselina”)
para alcanzar un acuerdo final en condiciones para los trabajos del COP25. El
asunto estuvo a punto de descarrilar (aún es posible que suceda) por la
cuestión de las políticas de género, que desde Katowice se habían planteado
como una incógnita más del problema del cambio climático, inescindible de la
sostenibilidad del hábitat humano en el planeta.
Hay al parecer numerosos
partidarios de detener el cambio climático sin frenar por ello las situaciones
de desigualdad concreta entre las personas, que incide de forma lateral pero
sustancial en las políticas ambientales. Hay quien quiere hacer como si las
relaciones sociales y las relaciones medioambientales fueran dos compartimientos
herméticamente aislados. Otros, ahí está Vox para confirmarlo, niegan de plano y con la misma fuerza el cambio climático por un lado, y la desigualdad de
género por otro. A ese ganado le han reservado quienes yo me sé una
vicepresidencia en el Congreso de los Diputados.
Los facilitadores
elegidos por la ONU son Teresa Ribera, ministra española, y Masagos Zulkifli,
su homólogo de Singapur. Singapur es un Estado insular que tiene una extensión
de 697 km2 y una densidad de población de 7796 habitantes por km2.
Algunos comentaristas lo definen como una “ciudad inteligente”. Se comprende
que en ese hábitat, Zulkifli tenga amplia experiencia en pelear por el medio
ambiente y los recursos hídricos. En cuanto a Ribera, se está afirmando como
una de las esperanzas más sólidas para el futuro gobierno de coalición español in pectore.
Si no es demasiado
pedir, me atrevería a pedir a los Reyes Magos en mi carta para 2020 que Ribera
y Zulkifli, una vez concluidos sus buenos oficios en la cumbre del clima, se
añadieran a los equipos implicados en las negociaciones secreto-públicas del
PSOE y ERC, con la finalidad de alcanzar el fatigoso acuerdo de investidura que muchos
anhelamos, bien sea con o sin vaselina para el señor García-Page.