jueves, 12 de diciembre de 2019

FACILITADORES



Vista panorámica de Singapur.


La facilitación me parece un mecanismo importante para las negociaciones complejas, tan frecuentes en las relaciones políticas. Al señor García-Page, presidente socialista de la comunidad de Castilla-La Mancha, en cambio, no se lo parece. Yo desearía que los Reyes Magos me trajeran de regalo, en los primeros días de enero si antes no es posible, un bonito y flamante gobierno de coalición. No me importa mucho quién esté dentro y quién quede fuera, pero sí pediría que fuera un gobierno estable, sin el remoquete de “en funciones”, y que empezara sin prisa pero sin pausa a hacer su trabajo de cara al bienestar material y moral de todos nosotros, “los antes bienhadados y los agora tristes y afligidos”, como lo habría expresado Fray Luis de León.

Emiliano García-Page desea por encima de todo que los Magos no le traigan vaselina de regalo. La alusión parece transparente: si es de necesidad que se la hinquen por retambufa, el honorable barón prefiere que sea al modo viril, sin “facilitaciones” ni amaneramientos que solo pueden llevarnos a perder la recia tradición carpetovetónica de dar (y tomar) por culo todo lo que se pueda y más.

Por mi parte, estoy encantado de que la ONU haya nombrado dos facilitadores oficiales (vulgo “vaselina”) para alcanzar un acuerdo final en condiciones para los trabajos del COP25. El asunto estuvo a punto de descarrilar (aún es posible que suceda) por la cuestión de las políticas de género, que desde Katowice se habían planteado como una incógnita más del problema del cambio climático, inescindible de la sostenibilidad del hábitat humano en el planeta.

Hay al parecer numerosos partidarios de detener el cambio climático sin frenar por ello las situaciones de desigualdad concreta entre las personas, que incide de forma lateral pero sustancial en las políticas ambientales. Hay quien quiere hacer como si las relaciones sociales y las relaciones medioambientales fueran dos compartimientos herméticamente aislados. Otros, ahí está Vox para confirmarlo, niegan de plano y con la misma fuerza el cambio climático por un lado, y la desigualdad de género por otro. A ese ganado le han reservado quienes yo me sé una vicepresidencia en el Congreso de los Diputados.

Los facilitadores elegidos por la ONU son Teresa Ribera, ministra española, y Masagos Zulkifli, su homólogo de Singapur. Singapur es un Estado insular que tiene una extensión de 697 km2 y una densidad de población de 7796 habitantes por km2. Algunos comentaristas lo definen como una “ciudad inteligente”. Se comprende que en ese hábitat, Zulkifli tenga amplia experiencia en pelear por el medio ambiente y los recursos hídricos. En cuanto a Ribera, se está afirmando como una de las esperanzas más sólidas para el futuro gobierno de coalición español in pectore.

Si no es demasiado pedir, me atrevería a pedir a los Reyes Magos en mi carta para 2020 que Ribera y Zulkifli, una vez concluidos sus buenos oficios en la cumbre del clima, se añadieran a los equipos implicados en las negociaciones secreto-públicas del PSOE y ERC, con la finalidad de alcanzar el fatigoso acuerdo de investidura que muchos anhelamos, bien sea con o sin vaselina para el señor García-Page.