jueves, 5 de diciembre de 2019

LAS LÍNEAS ROJAS DE LA PATRONAL



Imagen del Hospital Clínic de Barcelona, poseedor de un récord difícil de batir 
en cuanto a precariedad en el empleo.


La CEOE ha emitido un comunicado en el que da por bueno un gobierno PSOE-UP, siempre y cuando no se traspasen unas líneas rojas. Bienvenido el progreso, entonces. Albricias. Las líneas rojas no supondrían ningún problema salvo en lo referente a un eventual compromiso “corsario” con ERC, dado que se refieren, según el comunicado, al respeto debido al marco constitucional.

Ahora bien, eso es muy etéreo. El marco constitucional da para un barrido y para un fregado, como acaban de demostrar los jueces del Supremo al sentenciar que se puede despedir legalmente a un trabajador por el hecho de estar de baja (legal, asimismo) por enfermedad. Es decir, se priman los apuros productivos del empresario por encima de los apuros de salud de los trabajadores. Es constitucional dejar en la cuneta a quienes no pueden seguir físicamente el paso ligero que marcan los algoritmos que gobiernan la producción y los servicios. Los derechos individuales al trabajo, a la salud, a una vivienda digna, y otros concomitantes, son derechos condicionados a que no traspasen unas líneas rojas. Expresado de otro modo, el derecho a la vivienda decae cuando se pierde la vivienda en manos de un fondo buitre; el derecho a la salud decae también cuando la salud se pierde por un virus cualquiera; el derecho al trabajo decae, finalmente, cuando uno no puede trabajar al ritmo exigido porque ha perdido antes la salud (y posiblemente la vivienda).

Así se entiende mejor lo de las líneas rojas. Pero la nota de la CEOE lo aclara de forma más precisa, si alguien tenía dudas. La gran patronal será “beligerante”, expresa el documento, en el caso de que se produzcan grandes subidas de impuestos, y si se revierten reformas “que han sido positivas para crear empleo”.

La CEOE nunca ha dejado de ser beligerante en estas dos cuestiones: impuestos de sociedades bajos, y manos libres en relación con la fuerza de trabajo asalariado. Lo de que las manos libres hayan tenido efectos positivos en el empleo es más discutible. Se ha creado mucho empleo en estos años, en efecto; y en contrapartida se ha destruido mucho más. El paradigma de las reformas laborales vigentes puede ser esa trabajadora de la limpieza del Hospital Clínic de Barcelona, que en ocho años firmó 242 contratos (uno cada doce días, por término medio) para cubrir en interinaje el mismo puesto y la misma faena, sin que nunca se le reconociera fijeza. Ahora un juez “garantista” ha declarado improcedente su despido, reconociéndole la condición de fijeza, o cuando menos de “habitualidad”, que las asesorías de recursos humanos le negaban.

“Temo sobre todo a las togas negras”, se exclamó hace años la entonces ministra de Empleo Fátima Báñez, fautora de la última reforma laboral. No se excluye que el juez garantista en cuestión sea llamado al orden por el CGPJ por haber rebasado las líneas rojas de un marco constitucional bien entendido. Bien entendido por la CEOE, naturalmente.