miércoles, 16 de diciembre de 2020

COMPARATIVA ENTRE LAS NUECES Y EL RUIDO

 


Ilustración de Gustavo Doré para la fábula de la lechera, de Jean de La Fontaine (1885).


«Las batallas internas se multiplican en el Ejecutivo por la agenda social», afirma un titular de El País de hoy. Ya sabemos de qué pie cojea El País, me dirán ustedes. De acuerdo, pero Ione Belarra denunció de muy malos modos la renuencia de la vicepresidenta Ribera a garantizar el suministro de agua y electricidad a quienes no paguen; y ese asunto estaba, pensábamos todos, muy bien asegurado y garantizado. No es exagerado suponer que Belarra se adentró en este terreno crítico en un juicio de intenciones, voceándolo además urbi et orbi, cosa que debería haber evitado.

He tratado de reflexionar sobre la emergencia en la que vivimos con cierto distanciamiento. Desde mi punto de vista, la ejecutoria de Unidas Podemos en el gobierno de coalición está siendo excelente. Las nueces que ha dado han sido muchas, pero molesta el ruido que suele acompañarlas.

Me imagino que en el cuartel general de la formación, la preocupación dominante es que las buenas prestaciones de los ministros no se están traduciendo en expectativa de voto a las siglas. La parte socialista del gobierno cosecha índices mejores de aceptación y un alza en las expectativas de apoyo electoral, mientras que el esfuerzo de Unidas Podemos no está siendo valorado, y cotiza a la baja.

En consecuencia, la táctica elegida por la formación es tensar la cuerda (más bien, dar tremendos tirones) para presentar a los ministros propios como los “buenos”, y a los demás como gente pasiva y descuidada en el mejor de los casos, y “vendida al enemigo” en el peor (no cito nombres, basta un paseo por las redes sociales para espigarlos.)

La táctica me parece nefasta, lo digo con todo cariño a mis muchos amigos podemitas. Sería cosa de considerar si lo que está dejando eclipsadas a las nueces no es la competencia interna, sino precisamente el ruido. Si el exceso de combatividad en general, tanto respecto de los rivales políticos como de los socios, no está resultando contraproducente para la imagen de los dirigentes de UP, en un contexto en el que la derecha ha dado mediante el cornetín de órdenes la consigna de acoso y derribo al gobierno en peso.

El deseo de defender a un ejecutivo que se percibe como favorable lleva al electorado a descartar las opciones que aparecen como conflictivas. Prima el deseo de tranquilidad y buenos alimentos, en el ojo mismo del huracán. Y justo en ese momento, la táctica de UP se dirige a tratar de aprovechar en beneficio propio las dificultades de la parte de gobierno liderada por Pedro Sánchez y desacreditar sus intentos de ganar aliados hacia el centro del tablero.

Digo “en beneficio propio”, y no quiero ser injusto. Las medidas que se proponen desde UP no son malas, buscan el beneficio de los sectores más desamparados de una sociedad muy desigual: parados, precarios, pensionistas, minorías étnicas, grupos discriminados por razones de género.

Además de estas cuestiones (la llamada “agenda social”), es muy perceptible el deseo de cuestionar la forma del Estado ya, de abrir el melón de la monarquía sin tardanza. Es lícito, pero desaconsejable. No porque sea erróneo hacerlo según los principios o axiomas elementales de la política, sino por la misma razón que hizo fracasar los sueños de la lechera del cuento: llevaba la cántara en equilibrio inestable sobre la cabeza, y se tropezó.

No son aconsejables ni la precipitación en el proceso de reformas (“lo primero es antes”), ni el forcejeo en mitad del escenario, ni un ruido mediático excesivo. Por lo demás, la abundancia de títulos académicos y masters auténticos no es un plus significativo para los dirigentes porque no estamos en una época de despotismo ilustrado sino de democracia, con todos los peligros que esta conlleva, a saber: que quienes gobiernan no son los “mejores” ni los más inteligentes, sino los preferidos por el pueblo (en general carente de cultura y fiado a su propia intuición).

¿Es eso un defecto de la democracia? No necesariamente. Dicen que cada sociedad tiene el gobierno que merece, y en ese sentido es necesario trabajar primero (antes) en la mejora de la conciencia social, para conseguir tener un gobierno más justo y eficiente.

No solo Unidas Podemos, sino toda la izquierda, habremos de aprender a contrarrestar  de forma más eficaz el ruido atronador de los trumpismos y los ayusismos.

Es posible que ese objetivo se consiga mejor con menos ruido mediático y un refuerzo más firme de las convicciones personales y estamentales sobre lo que es justo y lo que es deseable. Conseguir como premisa aquello que Gramsci llamaba una transformación social molecular.