«Las batallas
internas se multiplican en el Ejecutivo por la agenda social», afirma un
titular de El País de hoy. Ya sabemos de qué pie cojea El País, me dirán
ustedes. De acuerdo, pero Ione Belarra denunció de muy malos modos la renuencia
de la vicepresidenta Ribera a garantizar el suministro de agua y electricidad a
quienes no paguen; y ese asunto estaba, pensábamos todos, muy bien asegurado y
garantizado. No es exagerado suponer que Belarra se adentró en este terreno
crítico en un juicio de intenciones, voceándolo además urbi et orbi, cosa que
debería haber evitado.
He tratado de
reflexionar sobre la emergencia en la que vivimos con cierto distanciamiento.
Desde mi punto de vista, la ejecutoria de Unidas Podemos en el gobierno de
coalición está siendo excelente. Las nueces que ha dado han sido muchas, pero
molesta el ruido que suele acompañarlas.
Me imagino que en
el cuartel general de la formación, la preocupación dominante es que las buenas
prestaciones de los ministros no se están traduciendo en expectativa de voto a
las siglas. La parte socialista del gobierno cosecha índices mejores de
aceptación y un alza en las expectativas de apoyo electoral, mientras que el
esfuerzo de Unidas Podemos no está siendo valorado, y cotiza a la baja.
En consecuencia, la
táctica elegida por la formación es tensar la cuerda (más bien, dar tremendos
tirones) para presentar a los ministros propios como los “buenos”, y a los
demás como gente pasiva y descuidada en el mejor de los casos, y “vendida al enemigo”
en el peor (no cito nombres, basta un paseo por las redes sociales para
espigarlos.)
La táctica me
parece nefasta, lo digo con todo cariño a mis muchos amigos podemitas. Sería
cosa de considerar si lo que está dejando eclipsadas a las nueces no es la
competencia interna, sino precisamente el ruido. Si el exceso de combatividad
en general, tanto respecto de los rivales políticos como de los socios, no está
resultando contraproducente para la imagen de los dirigentes de UP, en un
contexto en el que la derecha ha dado mediante el cornetín de órdenes la
consigna de acoso y derribo al gobierno en peso.
El deseo de
defender a un ejecutivo que se percibe como favorable lleva al electorado a
descartar las opciones que aparecen como conflictivas. Prima el deseo de
tranquilidad y buenos alimentos, en el ojo mismo del huracán. Y justo en ese
momento, la táctica de UP se dirige a tratar de aprovechar en beneficio propio
las dificultades de la parte de gobierno liderada por Pedro Sánchez y desacreditar
sus intentos de ganar aliados hacia el centro del tablero.
Digo “en beneficio
propio”, y no quiero ser injusto. Las medidas que se proponen desde UP no son
malas, buscan el beneficio de los sectores más desamparados de una sociedad muy
desigual: parados, precarios, pensionistas, minorías étnicas, grupos
discriminados por razones de género.
Además de estas
cuestiones (la llamada “agenda social”), es muy perceptible el deseo de
cuestionar la forma del Estado ya, de abrir el melón de la monarquía sin
tardanza. Es lícito, pero desaconsejable. No porque sea erróneo hacerlo según
los principios o axiomas elementales de la política, sino por la misma razón
que hizo fracasar los sueños de la lechera del cuento: llevaba la cántara en
equilibrio inestable sobre la cabeza, y se tropezó.
No son aconsejables
ni la precipitación en el proceso de reformas (“lo primero es antes”), ni el forcejeo
en mitad del escenario, ni un ruido mediático excesivo. Por lo demás, la
abundancia de títulos académicos y masters auténticos no es un plus significativo
para los dirigentes porque no estamos en una época de despotismo ilustrado sino
de democracia, con todos los peligros que esta conlleva, a saber: que quienes
gobiernan no son los “mejores” ni los más inteligentes, sino los preferidos por
el pueblo (en general carente de cultura y fiado a su propia intuición).
¿Es eso un defecto
de la democracia? No necesariamente. Dicen que cada sociedad tiene el gobierno
que merece, y en ese sentido es necesario trabajar primero (antes) en la mejora
de la conciencia social, para conseguir tener un gobierno más justo y
eficiente.
No solo Unidas
Podemos, sino toda la izquierda, habremos de aprender a contrarrestar de forma más eficaz el ruido atronador de los
trumpismos y los ayusismos.
Es posible que ese
objetivo se consiga mejor con menos ruido mediático y un refuerzo más firme de
las convicciones personales y estamentales sobre lo que es justo y lo que es
deseable. Conseguir como premisa aquello que Gramsci llamaba una transformación
social molecular.