Vista de las Torres de Meirás,
construidas en estilo romántico a finales del siglo XIX. (Fuente, el Diario.es)
Conviene fijar la
atención en Alberto Núñez Feijóo, un personaje que suele pasar inadvertido
─excepto en las contiendas electorales gallegas, terreno que domina como nadie─
sobre todo por la razón de que es hombre poco hablador y aficionado a situarse
fuera de foco en las grandes maniobras de su partido, el PP, contra los eternos
enemigos de España.
Algunos tienen por “moderado”
a este virrey de Galiza, amigo de narcos. Sin embargo, en la reciente reunión
con la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y los alcaldes de A Coruña y
Sada, para decidir sobre la futura titularidad y gestión del pazo de Meirás,
Feijóo cantó un órdago a la grande: quiere el pazo para la Xunta, en exclusiva.
Sus argumentos son
endebles desde el punto de vista de la lógica, pero henchidos de soberbia.
Argumentó ante los representantes del gobierno, de la provincia y del
municipio, que “Estado somos todos”. Pero no reclamó la titularidad de Meirás
para todos, que era justamente la propuesta de Calvo, sino para la Xunta en
exclusiva.
¿Por qué? Feijóo
dice querer convertir el lugar en monumento imperecedero en recuerdo de la
escritora Emilia Pardo Bazán, que hizo construir las Torres y fue su
propietaria desde 1868 hasta su muerte en 1921. Es lícito, sin embargo, suponer
que en su perspectiva particular entra asimismo honrar la memoria, no solo de
doña Emilia, a la que hasta ahora no había prestado una gran atención, sino de
otros gallegos ilustres que han señoreado el pazo durante décadas.
Feijóo ha defendido
hasta el final los derechos de propiedad de los Franco sobre el lugar, incluso
cuando la familia Franco lo puso a la venta, a pesar de tratarse de un Bien de
Interés Cultural según declaración de la propia Xunta. Hace tan solo tres
años, ordenó a su gente votar en contra de la restitución del pazo al Estado
(que “somos todos”).
La discusión con
Calvo fue tensa, y Feijóo dio pruebas de prepotencia y de grosería tanto hacia
ella como hacia los alcaldes. En el planteamiento neofeudal que postulan el
Partido Popular y sus monaguillos de Vox para España, el virrey de Galicia resulta
tener más peso que el gobierno central, del cual siguen cuestionando ambas
formaciones la legitimidad con un empeño próximo a la ceguera voluntaria. (“Por
encima de la Constitución están los Evangelios”, ha dicho hace unos días Jair
Bolsonaro, y la frase podría ser suscrita, si no lo ha sido ya, por el cardenal
Cañizares y su grey de devotos.)
Para la posteridad
quedan un par de perlas recogidas en el fragor de la batalla dialéctica. Feijóo
estaba tan apasionadamente volcado en honrar el recuerdo de Emilia Pardo Bazán,
que le costó reconocer que en el inmueble en cuestión había veraneado ocasionalmente
“un general”, dijo textualmente (“ese general del que usted me habla”, habría
apostillado don Mariano Rajoy, otro galaico universal). Cuando Carmen Calvo le
replicó: “No un general, sino un caudillo”, Feijóo contraatacó: «Si el Gobierno
quiere ahondar en la historia, mejor vayan al Palacio del Pardo, porque allí
vivió Franco todo el rato.»
El lehendakari
gallego ha anunciado que no piensa renunciar a su pretensión, y ha escrito a Pedro
Sánchez reclamando para la Xunta la titularidad exclusiva del monumento que
nunca había reclamado de la familia Franco. A su vez, los herederos del
dictador tienen la intención de pleitear por la titularidad. Veremos cómo acaba
este pintoresco fregado.