jueves, 3 de diciembre de 2020

TODOS SOMOS FUSILABLES

 


Los fiscales, que para eso están, habrán de decidir si el ex general Beca incurrió en un delito de odio al explayarse en su grupo de whatsapp sobre la conveniencia de fusilar a 26 millones de españoles/as para tirar adelante sin estorbos un país como a él le gusta.

El odio está ahí, intacto y de alguna forma prístino e incontaminado como los fluidos naturales a los que se refería el general de aquella película de Stanley Kubrick que dio la orden de bombardear la Unión Soviética con cabezas atómicas.

En lo que se refiere al programa destructivo del ciudadano Beca, se pueden enumerar, sin embargo, dos circunstancias atenuantes y una dificultad logística grave. Las dos atenuantes son que el dolor de espalda “le estaba matando”, y que seguramente había consumido un exceso de carajillos bien cargados de anís Machaquito para afrontar las embestidas de ese maldito reuma bolivariano y antiespañol.

En cuanto a la dificultad logística, figúrense ustedes. Hacen falta 26 millones de balas en el supuesto improbable de que todas sean certeras, un número indeterminado de pelotones de fusilamiento trabajando sin parar durante meses, una cantidad de paredones evaluable en unos 800.000 tirando por lo bajo. Y luego, ¿qué hacer con veintiséis millones de cuerpos pasados por las armas alfombrando el paisaje? ¿Hornos crematorios, con lo que contaminan el medio ambiente? ¿26 millones de picos, palas y azadones para proceder a una exhumación forzosamente superficial? ¿26.000 kilómetros lineales de cunetas en las que ubicar los despojos?

Una novela nada complaciente de Marta Sanz, “pequeñas mujeres rojas”, cuenta la historia del arriba y el abajo de un pueblo donde algunos vivos han medrado a costa del fusilamiento sumario de bastantes personas, casi siempre por motivos estrictamente económicos. La fortuna de los delatores se asienta físicamente sobre el solar donde se exhumó a las víctimas.

Quizá sea algo así lo que pretende nuestro odiador/odioso ex general. Quizá todo se reduzca a que el pensamiento del formidable estampido que producirían 26 millones de balas, disparadas contra otras tantas personas minuciosamente aborrecidas por él, alivia su terrible reuma agudo.

El caso es que media España, entre la que me cuento, es fusilable sin más para el bravucón ex general. “Fusilamiento, se le supone”, constaría en nuestra hoja de servicios, como pasaba con el valor cuando hicimos la mili.

Siempre será preferible alinearse con los objetivamente fusilables que con la otra media España, la que está libre de pecado.