Cinco años de pasos a la
izquierda y de “Pasos”, la revista digital. Años de tanteos, de proyectos. Algo
que celebrar, también ahora.
Las fiestas
navideñas señalan un paréntesis a las actividades políticas, una especie de “tiempo
muerto” útil para que las direcciones de las formaciones contendientes recapaciten
sobre lo que está ocurriendo en el terreno de juego y den instrucciones para
corregir las disfunciones observadas.
Los presupuestos del
Estado están ya aprobados, la actividad legislativa sigue a buen ritmo en el
terreno laboral en particular, y se han tomado medidas muy urgentes y
necesarias de prevención social. Falta, sin embargo, el diseño de las líneas
maestras de la reconstrucción económica del país. En este terreno, las cosas no
parecen estar claras.
No es que sí estén
claras para una parte del gobierno, y no para la otra. Ninguna de las dos
partes coaligadas parece saber muy bien qué hacer, hacia dónde tirar en esta
encrucijada, cómo utilizar los fondos europeos que van a ponerse a nuestra
disposición, con objetivos muy determinados y sujetos a condiciones muy
estrictas. Las propuestas de UP se han centrado hasta ahora en un parcheo de
urgencia de las desigualdades más sangrantes, valioso en sí mismo pero carente
de recorrido en la tarea de reconstrucción, más allá de las declaraciones
siempre altisonantes de sus líderes. El excelente trabajo del Ministerio de
Trabajo, que hace honor a su nombre, está paliando desigualdades concretas y
alargando la protección a las clases asalariadas en un contexto muy difícil;
pero no se puede ni debe pedir a Yolanda Díaz que marque las pautas para las
inversiones selectivas y apueste por nuevos sujetos económicos capaces de
imprimir un carácter diferente al desarrollo de las actividades productivas y
de servicios. No es su terreno, no es su competencia.
Castells no acaba de dar con la tecla en
Universidades, Garzón hace cositas como la gratuidad del 902, y la Ley de
Igualdad que prepara el ministerio de Irene Montero ha provocado de momento las
iras de las feministas de toda la vida. Al margen de todo ello, la galería de
los cinco retratos que nos venden día sí y día también los posts de sus
entusiastas en las redes sociales, no disimula el hecho de que los cinco no
forman un equipo conjuntado, y cada cual tira buenamente por su lado con la
idea de “hacer cosas” para la “gente”.
Tampoco Iglesias lidera
un proyecto económico definido a largo plazo. Juega a la contra, señala las
debilidades y las inconsecuencias del sector socialdemócrata del gobierno como
si se tratara de “otro” gobierno; pero a nadie ayuda que se coloque fuera del
equipo y del quehacer común.
Indignarse no basta,
decía Pietro Ingrao, y el líder de Podemos es más aficionado a las arias de
bravura que a las soluciones constructivas.
En el otro lado del
gobierno, la vicepresidenta Calviño parece inclinarse a un protagonismo crucial
de las grandes empresas en el papel de locomotoras de la recuperación, y desear
─desde una visión “ortodoxa” y acorde en general con la perspectiva dominante
en las altas esferas de la UE─ un frenazo a las expectativas del factor trabajo
en la concertación social, el descarte de nuevas subidas del SMI, y una
reconsideración general del tema de las pensiones (lo digo en el tono más suave
posible) al margen o en contra del Pacto de Toledo.
Temas que, o se
explican muy bien, se delimitan en el tiempo y se rectifican en plazos
perentorios en el momento en que se produzca una mejoría significativa de la
situación, o, sencillamente, no son asumibles por los “sujetos pasivos” a los
que se condena a sufrir las consecuencias de una nueva marginación.
Queda la incógnita
del plan de transición energética encomendado a Teresa Ribera, que utilizaría
como palanca de cambio el crecimiento de las energías renovables, al compás de
lo que se propone en Europa y en todo el globo. Ribera ha sido denominada “the green engine” (el motor verde)
por una revista europea que la coloca como una de las figuras destacadas entre
los “hacedores” (doers) en la actual situación
de impasse.
La locomotora verde
podría tener el potencial suficiente para dar una dimensión nueva a la economía
del país y promover una reactivación y una resituación de actividades de todo
signo, dirigidas a las personas y a los territorios, de un modo marcadamente
inclusivo. Pero si son las empresas del Ibex, en lugar de agencias estatales de
nuevo cuño, las que lideran el proceso; si el enriquecimiento privado se sigue
considerando el objetivo racional de las actividades económicas; si se pone
trabas a los sindicatos de trabajadores cuando intentan encarrilar la lógica de
la producción en el sentido de una mayor igualdad de las partes contratantes;
si se recae en la adoración del PIB como medida de todo progreso, las buenas
intenciones e incluso la hipotética mejoría climática pueden quedar en agua de
borrajas.
La pausa navideña
debería dar pie a una reconsideración general de las propuestas políticas de
las izquierdas, así radicales como moderadas. Mucho sentido común, y sentido “en
común”. Menos estrépito y furia, mayor relevancia de un proyecto y de un
itinerario bien diseñados, menos discusiones amplificadas por los medios, más
sintonía y menos grandes principios aireados a los cuatro vientos.