miércoles, 23 de diciembre de 2020

RECAPITULACIÓN

 


Cinco años de pasos a la izquierda y de “Pasos”, la revista digital. Años de tanteos, de proyectos. Algo que celebrar, también ahora.

 

Las fiestas navideñas señalan un paréntesis a las actividades políticas, una especie de “tiempo muerto” útil para que las direcciones de las formaciones contendientes recapaciten sobre lo que está ocurriendo en el terreno de juego y den instrucciones para corregir las disfunciones observadas.

Los presupuestos del Estado están ya aprobados, la actividad legislativa sigue a buen ritmo en el terreno laboral en particular, y se han tomado medidas muy urgentes y necesarias de prevención social. Falta, sin embargo, el diseño de las líneas maestras de la reconstrucción económica del país. En este terreno, las cosas no parecen estar claras.

No es que sí estén claras para una parte del gobierno, y no para la otra. Ninguna de las dos partes coaligadas parece saber muy bien qué hacer, hacia dónde tirar en esta encrucijada, cómo utilizar los fondos europeos que van a ponerse a nuestra disposición, con objetivos muy determinados y sujetos a condiciones muy estrictas. Las propuestas de UP se han centrado hasta ahora en un parcheo de urgencia de las desigualdades más sangrantes, valioso en sí mismo pero carente de recorrido en la tarea de reconstrucción, más allá de las declaraciones siempre altisonantes de sus líderes. El excelente trabajo del Ministerio de Trabajo, que hace honor a su nombre, está paliando desigualdades concretas y alargando la protección a las clases asalariadas en un contexto muy difícil; pero no se puede ni debe pedir a Yolanda Díaz que marque las pautas para las inversiones selectivas y apueste por nuevos sujetos económicos capaces de imprimir un carácter diferente al desarrollo de las actividades productivas y de servicios. No es su terreno, no es su competencia.

 Castells no acaba de dar con la tecla en Universidades, Garzón hace cositas como la gratuidad del 902, y la Ley de Igualdad que prepara el ministerio de Irene Montero ha provocado de momento las iras de las feministas de toda la vida. Al margen de todo ello, la galería de los cinco retratos que nos venden día sí y día también los posts de sus entusiastas en las redes sociales, no disimula el hecho de que los cinco no forman un equipo conjuntado, y cada cual tira buenamente por su lado con la idea de “hacer cosas” para la “gente”.  

Tampoco Iglesias lidera un proyecto económico definido a largo plazo. Juega a la contra, señala las debilidades y las inconsecuencias del sector socialdemócrata del gobierno como si se tratara de “otro” gobierno; pero a nadie ayuda que se coloque fuera del equipo y del quehacer común.

Indignarse no basta, decía Pietro Ingrao, y el líder de Podemos es más aficionado a las arias de bravura que a las soluciones constructivas.

En el otro lado del gobierno, la vicepresidenta Calviño parece inclinarse a un protagonismo crucial de las grandes empresas en el papel de locomotoras de la recuperación, y desear ─desde una visión “ortodoxa” y acorde en general con la perspectiva dominante en las altas esferas de la UE─ un frenazo a las expectativas del factor trabajo en la concertación social, el descarte de nuevas subidas del SMI, y una reconsideración general del tema de las pensiones (lo digo en el tono más suave posible) al margen o en contra del Pacto de Toledo.

Temas que, o se explican muy bien, se delimitan en el tiempo y se rectifican en plazos perentorios en el momento en que se produzca una mejoría significativa de la situación, o, sencillamente, no son asumibles por los “sujetos pasivos” a los que se condena a sufrir las consecuencias de una nueva marginación.

Queda la incógnita del plan de transición energética encomendado a Teresa Ribera, que utilizaría como palanca de cambio el crecimiento de las energías renovables, al compás de lo que se propone en Europa y en todo el globo. Ribera ha sido denominada “the green engine” (el motor verde) por una revista europea que la coloca como una de las figuras destacadas entre los “hacedores” (doers) en la actual situación de impasse.

La locomotora verde podría tener el potencial suficiente para dar una dimensión nueva a la economía del país y promover una reactivación y una resituación de actividades de todo signo, dirigidas a las personas y a los territorios, de un modo marcadamente inclusivo. Pero si son las empresas del Ibex, en lugar de agencias estatales de nuevo cuño, las que lideran el proceso; si el enriquecimiento privado se sigue considerando el objetivo racional de las actividades económicas; si se pone trabas a los sindicatos de trabajadores cuando intentan encarrilar la lógica de la producción en el sentido de una mayor igualdad de las partes contratantes; si se recae en la adoración del PIB como medida de todo progreso, las buenas intenciones e incluso la hipotética mejoría climática pueden quedar en agua de borrajas.

La pausa navideña debería dar pie a una reconsideración general de las propuestas políticas de las izquierdas, así radicales como moderadas. Mucho sentido común, y sentido “en común”. Menos estrépito y furia, mayor relevancia de un proyecto y de un itinerario bien diseñados, menos discusiones amplificadas por los medios, más sintonía y menos grandes principios aireados a los cuatro vientos.