martes, 8 de diciembre de 2020

¿HACIA UNA FORMACIÓN POLÍTICA 5.0?

 


Massimo D’Alema.

 

«Hay vida a la izquierda», ha asegurado Massimo D’Alema en la presentación de la publicación de un número de la revista Italianieuropei dedicado a la reconstrucción de un espacio de izquierda. Y ha preconizado la puesta en pie de «una nueva fuerza política con un proyecto de reforma del capitalismo que haga posible la reducción de las desigualdades y la tutela del medio ambiente.» No un partido “ligero”, precisó a continuación, «no una suma de comités electorales», porque «solo los partidos han sabido conectar a las élites con el pueblo.»

Se trata en cierto modo de una rectificación política por parte de D’Alema. La enésima. En 2017 protagonizó junto a Pier Luigi Bersani una escisión del PD de Matteo Renzi. En 2019 fue Renzi quien se escindió, después del fiasco de su referéndum constitucional. Pedro Flinstone, que ha colgado en FB la reseña del debate en il manifesto, apostilla: «¿D’Alema cabalga de nuevo? Demasiadas cuerdas para un violín que no desafine.» Quizá convenga recordar en este momento una frase ácida del gran Riccardo Terzi: «Las escisiones nos hacen a todos un poco más tontos.»

Nicola Zingaretti, actual secretario del PD, ha reaccionado con frialdad a la propuesta dalemiana: «No a las ingenierías organizativas.»

Supongamos sin embargo que, al margen de quien la presenta, la idea sirve. Un partido amplio, con una composición transversal (todos los partidos son transversales, tiene sentido hablar de un sindicato de clase porque su origen es estamental, pero los partidos agrupan a las personas en virtud de su ideología, son la urdimbre vertical que vertebra la trama horizontal de las clases en el tejido social). Con un proyecto reformista, de un reformismo “fuerte” del capitalismo tal como aparece. Con insistencia en los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad, el trabajo, la protección de las personas, la defensa de un estado del bienestar más adaptado a la deriva de las personas y de los territorios en los últimos años, la valorización de los bienes comunes (que no son ni estatales ni privados, y suponen una fuente de riqueza sostenible para las comunidades en la medida en que no sean engullidos por capitales privados y sometidos a la dura ley del beneficio). Y seguramente alguna cosa más, pero no muchas. Muchas prioridades son igual a ninguna.

En ese partido hipotético, deberían tener una gran importancia la circulación de ideas y de propuestas de abajo arriba (la circulación en sentido contrario no ha presentado nunca un problema), y la recepción adecuada de las mismas por parte de lo que D’Alema llama “élites”, pero quedan mejor definidas como “aparatos”. Élites pero no tanto, surgidas de abajo y con billete de ida y vuelta; aparatos no afectados por la tendencia recurrente a la inmovilidad, incluso a la parálisis. Nada de hiperliderazgos ni caudillismos populistas. Estas serían las premisas para una nueva formación de tipo 5.0, dicho sea con una expresión luminosa utilizada hace muy poco por José Luis López Bulla.

Me cito a mí mismo, en una elucubración que se remonta a 2014: «La izquierda necesita ser pensada, definida, proyectada, una y otra vez, porque se alimenta de una realidad cambiante; y la derecha no, porque el poder está ahí, igual a sí mismo, desde siempre.»