Franklin Delano y Eleanor Roosevelt. El presidente promovió eficazmente la doctrina de la pertenencia particular de los HDP. (Fuente, Getty Images)
En 1939 el
presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt invitó a una visita
oficial a su homólogo nicaragüense Tacho (Anastasio) Somoza. No he podido
confirmar el dato pero creo que fue su secretario de Estado quien se
escandalizó: “¡Pero si ese hombre es un hijo de puta!” Y el presidente le
reconvino con suavidad: “Ya lo sé, pero es ‘nuestro’ hijo de puta.”
La que podríamos
llamar “doctrina Roosevelt” (DR en adelante) ha hecho fortuna. Dos ejemplos
recientes, en nuestras latitudes: el primero, la asistencia del vicepresidente
del Parlament, Josep Costa (JxCat), a una reunión telemática de ocho
formaciones independentistas minoritarias con la idea de presentar una
candidatura común a las próximas elecciones catalanas. Entre ellas estaba el Front Nacional de Catalunya (FNC),
adscribible a la ultraderecha. ERC se ha escandalizado (“¡Pero si son unos…!”)
En este caso Costa ha recogido velas y se ha refugiado en un malentendido en el
que cayó de buena fe. Por debajo de sus excusas electoralistas, late la lógica
de la DR (“sí, pero son nuestros…”)
La video reunión había
sido convocada por la plataforma “Donec Perficiam” (Hasta Conseguirlo, en
latín), constituida por dirigentes procedentes de la ANC. Mi pregunta es en qué
espacio político se ubican en el momento presente la ANC, Donec Perficiam y
JxCat. Puede que sean Antisistema, como la CUP. La CUP dijo en su momento que
Artur Mas era “uno de los nuestros” (DR). ¿Ocupa la CUP algún lugar concreto en
el terreno de la izquierda, o de la derecha, o definitivamente su reino no es
de este mundo?
La diputada Macarena
Olona, portavoz parlamentaria de Vox, ha dicho que su formación no tiene nada
que ver con el chat de los militares jubilados, pero que, evidentemente, “son
de los nuestros” (DR). Se le agradece la franqueza. Vox es un partido de
ultraderecha pero al parecer no tanto, siempre hay matices, y jamás se plantearía
el fusilamiento de 26 millones de personas, tal vez solamente cuarto y mitad de
dicha cifra. La Fiscalía y el Tribunal Supremo deberían tener el dato en cuenta
en sus apreciaciones.
El rey guarda
silencio. Es más que evidente que no participa en esos enjuagues de cantina de
oficiales en los que su nombre sale continuamente a relucir. Los ex altos
mandos esperan mucho de él. Él mira a otro lado. Tal vez piense para sus
adentros que todos ellos son unos HDP, pero “sus” HDP. Mientras no lo
aclare, no podremos saberlo.
Tacho Somoza, su
esposa Salvadorita Debayle y varios familiares que formaban parte del séquito presidencial
nicaragüense fueron recibidos el 5 de mayo de 1939 en la estación de
ferrocarril de Washington por el presidente Roosevelt, el
vicepresidente, el gabinete presidencial y el presidente de la Corte Suprema de
Justicia, todos ellos con sus respectivas esposas. En su honor se llevó a cabo
un desfile militar que incluyó a 751 oficiales de policía,
400 miembros del cuerpo de bomberos, nueve bombarderos pesados Boeing-14 conocidos
como «fortalezas volantes», 30 carros de combate y un regimiento de
artillería (datos de Wikipedia).
Somoza llevaba a Estados Unidos un ambicioso programa de cooperación
que incluía la ayuda yanqui para financiar diversas obras públicas (un canal
interoceánico, una red de carreteras, un aeropuerto, el dragado de Puerto
Corinto), y todos sus proyectos le fueron denegados de forma sistemática. Con
todo, el beneficio propagandístico que extrajo de su viaje el asesino de
Augusto César Sandino le ayudó a apuntalar en el poder de Nicaragua a su dinastía
familiar.