Ahora que llegan
las vacunas contra el coronavirus, da la sensación de que podríamos volver a
empezar en el mismo punto en que las circunstancias nos obligaron a dejarlo.
Un caso extremo, en
esto de “volver a empezar”, es lo que ha hecho Juan Manuel Moreno Bonilla,
presidente de la Junta de Andalucía, que ha adjudicado sin concurso la
distribución de la vacuna a una empresa privada, Bidafarma.
O sea, nada de
sanidad pública, al enemigo ni agua. Bidafarma ofrece además un valor añadido:
su gerente de Relaciones Institucionales es Manuela Villena López, señora de
Moreno Bonilla. Un maldito embrollo que explica las líneas maestras en las que
se enmarca para nuestras derechas una idónea
colaboración público-privada. En este caso, la colaboración empieza y acaba en
la cama.
Isabel Díaz Ayuso
va por un camino parecido. La “nueva normalización” le permitirá prescindir de
unos 10.000 trabajadores sanitarios contratados apresuradamente en el primer
pico de la pandemia, de modo que ya se anuncia que regresarán con el nuevo año al
paro de donde salieron. Con el Zendal, se verá lo que se hace luego; tal vez se
esté planeando reconvertirlo como templo expiatorio o como museo taurino.
Por cierto, no ha
sido posible evitar que el Tribunal Supremo reconozca como enfermedad profesional
el contagio de los sanitarios en contacto forzoso con enfermos de Covid. Un
engorro, porque la Comunidad se verá obligada a asumir respecto de esos/as
trabajadores/as unas responsabilidades de las que tenía previsto escaquearse con
un escueto simpa: adiós, adiós para siempre, y si te he visto no me acuerdo.
El guardián del centeno
teórico es en ambos casos Pablo Casado, un Donald Trump a la españolé. Sobre
Casado acaba de decirlo todo José Luis López Bulla, en la entrada de hoy de su
blog (1). Mi afición inmoderada a los artículos de Bulla me penaliza en
ocasiones: el otro día me llamaron su “alter ego”. No me ofendí por eso. Dime
de qué careces y te diré de lo que presumes, de modo que mejor dejar las cosas
como están.
En cualquier caso,
Bulla señala que Casado está desubicado en el nuevo paradigma global.
Indiscutiblemente, es así. También es indiscutible que se despepita por volver
de nuevo a la casilla cero y emprender la carrera al poder en igualdad de
condiciones y mayoría de votos respecto a ese pesado de Sánchez. Casado se
siente capaz de aportar a un gobierno de la derecha de siempre nuevas
cualidades de levedad, improvisación, flexibilidad extrema y buen juego de piernas
para perfeccionar una excelente y deseable colaboración público-privada al
estilo de la andaluza.
Casado no ha venido
a este mundo a predicar las bondades de la desregulación ni del caos creativo,
todo eso ya lo han dicho otros, él ha pasado esa pantalla hace tiempo. Su propuesta
de ahora mismo es aferrarse a los mandos de la play-station y tirar millas, así
digan lo que digan la UE, el BCE, el FMI, el Banco Mundial y los sucesivos
Premios Nobel de Economía, cada uno por separado o todos en mogollón.
Casado tiene una
prisa loca por pillar cacho. En el momento del declive del hombre que más ha
inspirado su loca trayectoria, se siente con fuerzas para ser un epígono digno
e implantar en España, ya queda dicho de antes, un trumpismo a la españolé.
Queda al juicio del
electorado el apoyo que merece la arriesgada pirueta del líder del PP. Se
rumorea que un mal resultado en las elecciones catalanas podría ser su tumba. Bueno,
pero ¿qué será en tal caso de Ayuso y de Moreno Bonilla?
Sea lo que sea, si
no hay un severo golpe de timón a la derecha tal como se viene manifestando, lo
que vendrá después de ellos será el diluvio. Ni más ni menos.
(1) http://lopezbulla.blogspot.com/2020/12/pablo-casado-no-tiene-quien-le-escriba.html