sábado, 12 de diciembre de 2020

ROMPER ESPAÑA PARA QUE NO LA ROMPAN OTROS

 


El poeta y yo, delante del casino de Baeza. Año 2014. Yo soy el de la izquierda. (Foto, Carmen Martorell)

 

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.

Antonio MACHADO, ‘El mañana efímero’

 

Isabel Díaz Ayuso lo ha dicho: “¡Claro que no somos todos iguales ante la ley!” Ayuso tiene en muy escasa cantidad el don divino de la corrección política, pero en cambio aporta una considerable bocanada de aire fresco a la España de cerrado y sacristía representada por esa derechita cobarde que declara amar la Constitución y al mismo tiempo la ignora, y siempre que declara una cosa en voz alta es para que se le entienda otra distinta de tapadillo.

Así pues, Ayuso dixit, no todos somos iguales ante la ley. La ley común no rige para las personas tocadas por el derecho divino, por ejemplo los monarcas, y tampoco es de aplicación para el caso de otras inmunidades y privilegios. Se trata de un axioma rompedor. Quiero decir que rompe abiertamente con el Estado de Derecho concebido a la manera clásica. El Estado de Derecho es una conquista democrática. Allá cuidados con la democracia, es preciso ahora mismo romper España, dice Ayuso, para que no la rompan quienes quieren romperla reclamando derechos iguales para todos. Dónde se ha visto, derechos iguales para todos. Aquí, desde luego, no.

En el mismo orden de ideas circulan esos militares que fusilarían a 26 millones de españoles para salvar a España. Gran idea, salvar a España de los españoles. Otros la tuvieron antes, pero se quedaron más o menos en el millón de muertos. Poca cosa en comparación con don Francisco Beca. Claro que lo suyo ha sido solo una charla informal entre amigos, no vayan a malinterpretarlo, él es gente cabal, de orden.

Queda el sustrato, sin embargo. El sustrato es la nostalgia del ordeno y mando, la añoranza de épocas en las que la ciudadanía no había de pensar por su cuenta sino limitarse a obedecer a la voz de mando. Aquel “vano ayer” al que se refirió el poeta Antonio Machado en uno de sus poemas más cargados de profecía. Estos son los versos, para quien quiera entenderlos: «El vano ayer engendrará un mañana / vacío y por ventura pasajero.»

Ánimo, ese mañana vacío que tiene en Ayuso su poeta, está pasando ya.