El tímpano de la fachada
principal de la abacial de Sainte-Foy de Conques.
Carmen y yo
estuvimos dando vueltas por el Aveyron en el año 2006. Teníamos por entonces una
afición muy marcada a las escapadas esporádicas de nuestros trabajos
respectivos. Tomábamos a la menor oportunidad del calendario carretera y manta,
y salíamos a ver el ancho mundo como hicieron muchos siglos atrás los
Argonautas con un pretexto ínfimo (¿quién ha oído hablar desde entonces de un
vellocino de oro?)
Nuestros pasos nos
llevaron derechamente, en aquel trance, a Conques, el pueblo señoreado por la
iglesia abacial de la Sainte-Foy, levantada entre los siglos VIII y XII. Una
arquitectura magnífica, un entorno natural majestuoso, y un tímpano singular labrado
en relieve.
Son dos, en rigor,
los tímpanos que resumen el mundo medieval en el sur de Francia: el de Moissac (1)
despliega la jerarquía, el de Conques la retribución. El Pantocrátor preside
aquí el juicio final. Dos ángeles, arriba, llaman a juicio a los mortales
haciendo sonar trompetas. Algunas cabezas (los “curiosos”) asoman por el borde
de la escena para no perderse lo que ocurre. El juicio se desarrolla en el
centro de la escena y los bienaventurados pasan, abajo a la izquierda, a un cielo
sostenido por bellas arcadas, mientras los réprobos caen por la derecha en el
infierno mediante un procedimiento singular: son tragados por un Leviatán
colocado a la entrada, que los caga literalmente al lugar de los suplicios. Por
encima del revoltillo de torturas y torturados, una inscripción dice, más o menos:
«Pecadores, cambiad de vida o sufriréis un juicio terrible.»
Un mundo presidido
por la fe, la jerarquía, el sacrificio, la amenaza de las torturas eternas. Un
mundo tan parecido al nuestro. Los tatarabuelos de nuestros tatarabuelos pagaban
los tributos sin rechistar, evitaban cruzarse en el camino de los señores,
mataban el cochino, pisaban la uva y jugaban a la bestia de las dos espaldas, vivían
con fruición el instante y peregrinaban una o dos veces en la vida para darse
golpes de pecho delante de tímpanos historiados que les revelaban en crudo
relieve el destino que les esperaba en el más allá.
Una norma que no es
en absoluto desaconsejable para quienes nos disponemos a cruzar el umbral de
otro año, con la esperanza de una mejoría en nuestros negocios y con el temor
simultáneo a las pestes y las calamidades que nos pueden aguardar en el nuevo
ciclo de la Tierra alrededor del Sol.
Conques visto desde el lateral
de la Sainte-Foy.
(1) Ver http://vamosapollas.blogspot.com/2019/07/el-mundo-en-la-forma-de-un-timpano.html