jueves, 31 de diciembre de 2020

RIEN NE VA PLUS

 


 

Están hechas las apuestas, y la bolita de la ruleta del 14-F ha empezado a girar. Como ocurre siempre, ha habido recolocaciones de última hora. Una es poco trascendente, la otra seguramente sí.

Digamos que tanto da que Lorena Roldán aparezca como número dos de Carrizosa o de Alejandro Fernández. Siempre es Lorena Roldán, y su discurso es siempre el que le pase el correspondiente escriba sentado. De ser un mal sucedáneo de Inés, la chica va a pasar a ser un mal remiendo de Cayetana. Quizás alguien sepa explicarme qué gana nadie con el cambio.

Salvador Illa sustituye a Miquel Iceta al frente de la papeleta del PSC, y eso sí tiene bemoles. No ha sido un movimiento apresurado ni precipitado por la marejada de los sondeos: se venía fraguando desde hace tiempo, Sánchez no había querido que se anunciara aún, esperó para hacerlo a la llegada masiva de las vacunas, es decir a pasar una página significativa en la lucha contra la pandemia, que por ser lo primero es antes, tal y como de forma insistentemente pedagógica nos dice todos los días el maestro Bulla que decía el maestro Venancio (que tampoco fue su inventor, el intríngulis proviene al parecer de la villa de Herencia).

Tenemos entonces a Salvador Illa en la parrilla de salida. Ojo, se trata de un fondista de raza, una especie de etíope de las maratones políticas, y su decisión, tomada a los 54 años cumplidos, se configura nada menos que como una opción de vida, madurada con sosiego.

No está cantado que su número vaya a salir el 14-F, pero sí lo está que ha vuelto a Catalunya para quedarse. Va a ser un activo importante en la batalla de las ideas, no únicamente una baza electoral. Ha sido antes alcalde de La Roca del Vallés (Com el Vallés no hi ha res, dijo Pere Quart y nadie le ha desmentido), elegido incluso en una ocasión con mayoría absoluta; ha dirigido el área de Organización del PSC; tiene experiencia de gestión; es un negociador de una habilidad puesta a prueba, y tiene toneladas de sentido común frente a los ladridos intemperantes de los “empitjoradors”, los empeoradores, como les llama Raimon Obiols. Si es necesario morder, muerde también; lo hemos visto en la Comisión correspondiente del Parlamento.

Las primeras pedradas enviadas desde la derechona han ido desviadas: después de pedir a gritos su dimisión, le acusan de irresponsable por dimitir. La primera alerta desde los aledaños de Waterloo lo señala como un cuerpo extraño venido “de fora” por más que sea incontestablemente catalán, sí, pero botifler y traïdor.

No nos dicen nada nuevo, somos ya una munió muy considerable los traidores a todas las causas sagradas: unos 26 millones en toda España según un cálculo apresurado hecho en la cantina de oficiales de un regimiento; y no menos de 4 millones en Cataluña vistos los sondeos de intención de voto y sin contar con que el vaso de cristal prístino del Donec perficiam acudirá a las urnas roto en cinco pedazos difíciles de recomponer, por la presencia, entre los añicos más delicados, de muestras arquetípicas así de supremacismo virtual como de fascismo puro y duro.

Es más interesante el trayecto que pueden tener el PSC y su presidenciable Illa en contacto con otras fuerzas políticas, más marginadas hasta ahora que marginales, y con instituciones tales como el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, las universidades, los grandes centros públicos de salud, los sindicatos, las patronales, las organizaciones no gubernamentales, y los elementos significativos de la sociedad civil no tutorizados por la señora Paluzie o el señor Canadell.

Es importante que nazca un nuevo diálogo abierto a todos los acimuts. No de aquí al 14-F, eso está ya descontado; sino muy en particular a partir del 14-F y muy en adelante.