jueves, 10 de junio de 2021

A COSTA DE LO QUE SEA

 


Maqueta del ‘palatium’ romano del s. III en Cercadilla, Córdoba. (Fuente, R. Hidalgo y J.A. Ortega, El País)

 

Los intereses de la economía catalana están mucho más pendientes de la ampliación del aeropuerto del Prat que del famoso y en muchas ocasiones pospuesto corredor mediterráneo, que al parecer de los expertos favorecería más a Valencia. ¿Y qué?, me pregunto. En estas latitudes el progreso parece ligado a una competencia descarnada entre territorios. Mors tua vita mea, lo que es bueno para Valencia en comparación, no es bueno ya, no es deseable para Barcelona. (¿¿??)

El juego del egoísmo territorial planea sobre las decisiones técnicas. Se trata de un juego que va acompañado de zancadillas de todo tipo y de un amplio muestrario de fakes y de cacicadas. En la ineludible ampliación de las instalaciones aeroportuarias, se presenta como necesario el sacrificio de los aiguamolls de la Ricarda, un pequeño pulmón en una zona crítica, un modesto oasis de biodiversidad que se pretende enterrar bajo cemento y betún.

Allá va de nuevo la Economía con mayúscula cegada por la luz del beneficio privado a corto, de poder ser a cortísimo, plazo. Cualquier otra consideración es descalificada de entrada: la Ricarda no vale en términos de PIB lo que el pedo de un banquero.

Parecía que habíamos aprendido algo de la secuencia de acontecimientos que se ha ido desplegando desde 2007 hasta la recentísima y aún vigente pandemia. Algo relacionado tal vez con las prioridades, con el tiempo, con el respeto que merecen el territorio, la naturaleza y las personas.

En 1991, ante la inminencia de la Exposición Universal de Sevilla, se tomó la decisión de plantar la estación de Córdoba para la estratégica línea del AVE Madrid-Sevilla, en Cercadilla, ahora Tres Culturas, el lugar donde se estaba empezando a excavar un enorme complejo arqueológico, mayor que el Foro de Trajano de Roma, que incluía restos de «lápidas, mosaicos, un teatro romano, un templo, un circo, un anfiteatro, un palacio…», destruidos rápidamente por las excavadoras y rellenados de inmediato por las hormigoneras.

El AVE “a costa de lo que sea” se vendió como la gran oportunidad de prosperar para la España del Sur. Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda, ejerció de mago de Oz de aquel invento. Todos íbamos a hacernos ricos; la URSS, todo el bloque del socialismo real, se había hundido en el polvo, y surgía de entre sus ruinas una nueva época, un brave new world preñado de oportunidades.

No fuimos nosotros, sin embargo; no fue la España del Sur, sino algunas muy determinadas fortunas privadas, lo que prosperó. Habría ocurrido casi lo mismo, aunque no en tantísima proporción, si se hubiera optado por una alternativa que permitiera poner en valor el gran complejo arqueológico del palacio romano. Era algo nuestro, historia recuperada, “patria” yendo a lo etimológico y no a lo abusivo del término. Era también un as de triunfo para una apuesta turística a largo plazo, como ha demostrado andando el tiempo el complejo califal de Medina Zahara.

Pero estábamos en la edad de oro del TINA, There Is No Alternative, ¿recuerdan?

Ahora hablamos de crecimiento sostenible, de lucha contra el cambio climático, de ecología, de Agenda 2030 y 2050. Hay alternativas. No se puede consentir que los cantos de sirena de una nueva ola de progreso, procedente para mayor paradoja del turismo, sirva de música de réquiem a la Ricarda.

Todos somos la Ricarda.