Ayer fue el día mundial
del Medio Ambiente. No se celebró mucho, faltaría más, en ese tema hay muy poco
que celebrar (todavía). Pero un grupo de diez activistas de Greenpeace asaltó
la fuente de la Cibeles en el Paseo del Prado de Madrid, colocó una mascarilla
con un tubo de oxígeno en la boca de la diosa, y conectó el tubo a un arbolito metido
en una urna y dispuesto también sobre la fuente. Después de la performance se
colocó en lugar visible un cartel con el lema “Ciudades verdes, planeta sano”,
y se emitió un comunicado.
El comunicado dice cosas
interesantes. Por ejemplo: «Las ciudades
albergan actualmente al 55% de la población mundial, generan el 70% de las
emisiones globales y consumen dos tercios de los recursos del planeta.»
También recuerda el
escrito que la reducción de la contaminación de las ciudades requiere «transformar su movilidad, alimentación,
espacios públicos y verdes, consumo de energía y eficiencia energética,
generación de residuos y consumismo.» Nada menos.
Es un recordatorio
necesario, creo yo, en un momento en el que la “libertad”, esgrimida como una
maza por las derechas contra todas y cada una de las políticas sociales,
incluye también la libertad suprema de contaminar. Mantener a los migrantes
lejos de nuestras playas, tener encerrados a los políticos catalanes por tiempo
eviterno, amnistiar por el contrario a los políticos condenados o condenables
por corrupción, dar leña al mono hasta que hable inglés, y hacer irrespirable
el aire de las aglomeraciones urbanas donde se guardan incorruptas como el
brazo de Santa Teresa nuestras tradiciones prístinas, parecen ser los
mandamientos sagrados que reverencian nuestras derechas. Algunos observadores
pertenecientes a la izquierda timorata piensan que si les llevamos demasiado la
contraria perderemos las próximas elecciones. Bueno, pero es que si les
seguimos la corriente las estamos perdiendo ya.
Los diez activistas de
Greenpeace fueron detenidos por agentes de la Policía Nacional. Se les acusa de
“resistencia, desobediencia y desórdenes públicos”. Oigan, si esos son delitos,
¿qué esperan para detener a Almeida y Ayuso?