Armonía en la obra de una pintora que retrata
a otra: Louise-Catherine Breslau ante su caballete, por Julie Delance-Feurgard.
No hagan mucho caso a mi
post de hoy, esto no es la biblia (afortunadamente), y cuando estoy encabronado
tiendo a ver la realidad borrosa, y no hay cosa que me encabrone más que esos padres
que matan a sus hijas para hacer un daño irreparable a las compañeras que,
cargadas de razones, quieren separarse de su presencia tóxica; o esos novios
que, por el simple hecho de que ella soñaba con un futuro distinto, descuartizan
a la compañera de sus expansiones sexuales y reparten los pedazos en bolsas
macabras por todos los vertederos del municipio.
El machismo es un
corolario del teorema de la propiedad privada: es el amor como contrato de compraventa
que otorga una posesión total e indiscutida; el amor como acaparamiento, como
imposición de pautas, como convivencia viciada de dos personas en pie de
desigualdad. El amor como privilegio de uno solo y como servidumbre de su
pareja. Un amor que impone la invisibilidad de lo poseído, su reclusión, su
disfrute exclusivo y privado.
Si el amor se traduce en
posesión, resulta consecuente que la posesión en sí misma se represente como
una forma de amor. «La maté porque era mía.» Escuchamos bastante impávidos este
tipo de declaraciones, frecuentes en el cancionero popular. Ahora las
alternativas se bifurcan: «Maté a mis hijas porque eran de la que es mía.»
El capitalismo es machista,
depredador, despilfarrador, acaparador. La lógica del capitalismo impone quemar
cosechas para no abaratar los precios; destruir stocks, guillotinar libros,
imponer escaseces artificiales para acrecentar los beneficios de los
oligopolios. Desde la óptica del capitalismo como credo, tiene sentido destruir
“mercancías” que han escapado del control propio, y serían susceptibles de
beneficiar a firmas rivales.
La lógica del socialismo
es, por el contrario, feminista y libertaria. Quienes acusan al socialismo y al
comunismo de opresores, están reclamando una libertad individual que puede
llevarse tan lejos (desde el centro de la tierra hasta lo más alto del cielo,
como predicaban los romanos de la propiedad fundaria) como para destruir en
particular aquello mismo que se considera propiedad privada y posesión plena,
según contratos firmados independientes de la voluntad de las partes concernidas.
Me dirán que también Medea
dio muerte a sus hijos cuando fue abandonada por Jasón. Cierto, la lógica del
sistema va siempre más allá del dato del género. El comportamiento de Medea fue
de alguna manera machista y capitalista.
Oigan, les he advertido al
principio que no me hagan caso hoy. Estoy muy, muy encabronado, y lo veo todo
borroso.