Piloto de una nave griega, decoración
en estilo geométrico de una crátera, h. 750-700 a.C. Así navegaba Ulises,
contra los elementos y contra la furia desatada del dios Poseidón. (Foto,
Carmen Martorell.)
Es una constante cultural
que el inicio de una nueva civilización quede marcado por una epopeya en la que
un grupo humano se abre paso a través de las dificultades que le oponen tanto
la naturaleza como los designios adversos de los dioses, para alcanzar
finalmente una estirpe amiga y una tierra prometida en las que realizarse. Es
el esquema de la epopeya del Gilgamesh, la
seguida por Homero en la Odisea, y la
aprovechada por el anónimo Yavista para contar la historia del Éxodo, en cuyo relato el pequeño reino
de Ítaca queda sustituido, mediante una carambola metafísica, por la Tierra Prometida
en mayúsculas. El Oeste y su conquista constituyeron la nueva promisión de un nuevo
pueblo, elegido o por lo menos teorizado por Adam Smith y George Washington.
Pero ahí no acabó todo. La
epopeya primigenia siguió declinándose en diferentes modos verbales, para
expresar cualquier surgimiento de nuevos sujetos transformadores en situación
de cambiar un contexto definido cada vez más como una Waste Land, una tierra baldía.
Es obligado incluir en esa
nueva épica, ya no primigenia, a James Joyce y su Ulysses, sobre todo porque se remitió de forma expresa a los
orígenes del mito. Por medio andan dos dramas que apuntan a otro héroe griego bastante
parecido en sus contornos a Odiseo; son el Prometeo
liberado, de Percy B. Shelley, y Frankenstein
o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, que fue esposa del anterior.
Me interesan más dos
intentos posteriores de épica acerca de lo que despuntaba como “nuevo”: La soledad del corredor de fondo, de
Alan Sillitoe, que narra la gesta de un joven desarraigado a quien se le ofrece
la redención social a través del deporte, y la rechaza apelando a su conciencia
de clase subalterna; y La soledad del
manager, de Manolo Vázquez Montalbán, recuento de las insatisfacciones ocultas
en el ideal radiante de otra clase nueva y falsamente dirigente, creada por el
nuevo capitalismo de rostro post humano.
Está por escribir todavía,
o por lo menos yo la desconozco, La
soledad del rider, esa nueva categoría social de quienes aúnan la autonomía
y el emprendimiento para situarse en dimensión épica al lado de los Jobs, los
Gates y los Bezos, aunque su solidez financiera sea incomparablemente menor,
cuando no enteramente inexistente.
Antonio Baylos ha esbozado
en su blog de culto la parábola de estos nuevos Ulises solitarios, paradigmas
voluntarios o no de una nueva subclase social esclavizada por las plataformas y
los algoritmos, pero orgullosamente independiente en su precariedad crónica, en
su emprendimiento equívoco, y en su falsa autonomía, tan infravalorados socialmente
como infrarremunerados.
Se trata con toda
evidencia de trabajadores esenciales, connaturales a los nuevos sistemas de producción
y de distribución instalados. Carecen, sin embargo, de todo arraigo social y de
una personalidad definida. Son fuerza de trabajo fungible y abstracta, sin
cualidades perceptibles, enteramente sustituible. Son mercancía que transporta
mercancía.
Los nuevos marcos
legislativos que se ensayan para minimizar los desastres de la etapa inmediatamente
anterior, están procurando traer de nuevo al suelo del derecho laboral a estos
cometas frágiles que surcan en soledad ensimismada los cielos de una “autonomía”
desembarazada de normas jurídicas y de cualquier estructura de protección.
Así caracteriza Baylos la
novedad radical de esta nueva especie de héroes épicos que esperan “su mármol y
su día, su infalible mañana y su poeta”: «El
trabajador se presenta como una figura sin edad ni sexo, sin que se considere a
sí mismo como un sujeto esencialmente subordinado en lo social, económico y
cultural a un poder privado. Es una persona sin anclajes ni vínculos que se
desenvuelve en un mercado de bienes y de servicios como un homo oeconomicus cuya identidad cultural se hace coincidir
con la de un emprendedor individual que sabe extraer de su trabajo no solo la
renta para sostener su existencia sino todo un proyecto de futuro y de progreso
personal labrado individualmente.» (Ver https://baylos.blogspot.com/2021/06/huida-al-trabajo-autonomo-retorno-al.html)