viernes, 4 de junio de 2021

SEVEN CHANCES

 


Fotograma de ‘Seven chances’ (Siete oportunidades), Buster Keaton 1925.

 

La misma judicatura que resiste sin novedad en el alcázar los intentos de cambio razonable previstos en la Constitución y urgidos por el gobierno; esa judicatura precisa, que no es monolítica como no lo es nada en este mundo de apariencias vanas, llama ahora a declarar como implicados en el caso Kitchen a María Dolores de Cospedal y su marido. Dicen que Soraya Sáenz de Santamaría espera turno.

“¿Es esto justicia, señor juez?”, como preguntaba De Niro en el papel de Capone en la película “Los intocables de Eliot Ness”, cuando le condenaban a prisión por un delito fiscal menor. Quien debe preguntar en este caso es Pablo Casado, porque le crecen los enanos del circo y le cumplen todas las cuentas de la lechera que se había hecho para encaramarse al gobierno antes de que el tsunami que crece a sus espaldas se lo lleve por delante.

El terreno que ocupa ahora mismo es muy incierto, a pesar de la campaña masiva de los medios de (des)información, y de la complicidad inesperada y afortunada que ha encontrado en Vox, con cuya plana mayor se dispone a retratarse de nuevo en la Plaza del Genocida Colón, para dejar constancia imborrable en las hemerotecas cuando nadie recuerde ya ni su nombre (el de Casado, me refiero) ni su jeta de zascandil.

La situación del líder del PP me recuerda a la de Buster Keaton, en aquella película en la que tenía que casarse a plazo fijo para cobrar una herencia; pero para alcanzar su objetivo antes tenía que escapar de la muchedumbre de candidatas dispuestas a todo, a las que había atraído con un poco meditado anuncio por palabras en la prensa. Era una doble carrera sin resuello: de un lado, la necesidad de llegar a tiempo a la iglesia donde le esperaban un notario y la bendición eclesiástica que salvaría su fortuna; del otro lado, impedir que llegasen antes las tropecientas candidatas a su mano, que le perseguían vestidas de blanco y con el ramo de flores en la mano. En un momento dado, un desprendimiento de rocas por una ladera añadía leña al mono, y Buster se veía obligado a practicar el arte del quiebro y de la esquiva.

Me he sentado a la sombra, en la puerta de mi casa, dispuesto a esperar lo que haga falta para ver pasar por mi calle el funeral político de Casado, con el solemne cortejo correspondiente y las plañideras de turno. Tal y como se están precipitando los acontecimientos, auguro que no hará falta esperar mucho.