martes, 22 de junio de 2021

LA IGNORANCIA Y LA ESTUPIDEZ NO SON ETERNAS

 


Laboratorio de alquimia del siglo XVI, Praga. Los alquimistas son ejemplo de una búsqueda silenciosa y oculta que ha durado siglos. La piedra filosofal nunca se encontró, pero muchos indicios permiten pensar que, por lo menos algunos de ellos, tuvieron éxitos tangibles que celebrar.

 

El titular no es mío, acabo de leerlo en un artículo del líder opositor brasileño Tarso Genro, que fue gobernador del estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre y ministro de Justicia con Lula da Silva. El titular, y el artículo, están dedicados a Jair Bolsonaro. Hay además un subtítulo significativo, que completa la idea principal de una forma adecuadamente combativa: «Es posible vencer, el absurdo no se queda adherido a la conciencia hasta el final de los tiempos.»

Luego volveré sobre ese «es posible vencer», que es el mensaje realmente importante y urgente. Tarso analiza la negación de la realidad llevada a cabo por un líder político atento únicamente al progreso de los negocios, su gran objetivo político por encima de “detalles” tales como la sanidad pública y la lucha contra un virus asesino. Brasil acumula ya más de 500.000 muertes por covid, y la cuenta no está aún cerrada ni mucho menos. Muchos más delitos son imputables a la política abiertamente fascista y militarista de Bolsonaro, pero uno sobre todos es insoslayable: la deshumanización del poder, la falta absoluta de escrúpulos, conduce a la ruina del país y al sufrimiento de la población, a cambio del enriquecimiento de una minúscula élite privilegiada atenta únicamente a mantener sus privilegios.

Vayamos entonces a los números de Ayuso, en un contexto más próximo a nosotros. Cito de memoria, y no estoy en condiciones de ajustar las décimas de punto en cada caso, pero la sustancia es esta: el exceso estadístico de la mortalidad en el año 2020, respecto de las series anuales anteriores, ha sido del 17,7% en España, pero ha estado por encima del 23% en Cataluña y ha superado el 41% en la Comunidad de Madrid. Son cifras oficiales, pero que airean muy poco quienes hablan de recuperación económica a toda costa, y bloquean ─esperemos que no de forma indefinida─ la depuración de responsabilidades políticas por los contagiados de las residencias geriátricas a los que se negó el auxilio de la medicina pública (ni privada).

Algunos están jaleando a Ayuso como la próxima Gran Lideresa de la derecha. Borrón y cuenta nueva, deben de decirse. En los últimos monos de Peridis, en El País, Sánchez aparece estirado hasta llenar casi la viñeta, en tanto que Casado es solo una cabecita con un cuerpo minúsculo, y Ayuso crece, envuelta en un vestido amplio de color rojo con estrellas blancas. Peridis trabaja sobre una percepción común de su audiencia, pero eso no quita el hecho cierto de que Ayuso es todavía más estúpida, más ignorante y más tóxica que Casado y que Abascal. Abascal, permitan el inciso, viene a ser el monaguillo que hace oscilar el incensario para los celebrantes: lo suyo son los himnos en la escuela, los cirios en las procesiones, la bota de vino y la gorra en el tendido de sol donde jamás permitirá a la parienta ir con la minifalda.

«Es posible vencer», declara Tarso así pues, y luego señala el principal obstáculo para las fuerzas de progreso, con una frase terrible de Antonio Gramsci: «La indiferencia es el peso muerto de la Historia.»

En la indiferencia, señala Gramsci y comenta Tarso, hay implícito un reconocimiento de la impotencia y de la falta de inteligencia colectiva del pueblo, reducido al papel de espectador de un teatrillo de títeres.

Los indultos a los políticos catalanes llegan en buen momento precisamente porque les quitan un protagonismo vicario, que exhibían como un mérito a falta de cualquier otro. Cuixart había pedido “más presos” de la generación siguiente, para “avanzar”. Puigdemont, siempre egocéntrico, anda preguntando si el Estado opresor va a respetar “su” inmunidad. Uno y otro tratan de sacar alguna ventaja de la forma en que la justicia europea está sacando los colores al juez Marchena y a nuestra cúpula judicial derechizada y conservada entre algodones por los tiburones de Génova, a pesar de la evidencia de que ya se les ha acabado la cuerda para mucho tiempo.

Es hora de pasar pantalla. Es posible vencer, en Cataluña, en Madrid y en España, que es mucho mayor que las dos entidades anteriores. Seguro que el plantel de políticos que tenemos con nosotros no llega a un nivel de excelencia reconocido, del mismo modo que tenemos una selección nacional de fútbol bastante adocenada; pero el problema no es ese. El problema es saber colectivamente lo que queremos, no dejarnos hundir por la impotencia y el desánimo, y además elegir ─y exigir─ bien a nuestros representantes, sabiendo para qué les elegimos y qué es lo que podemos exigir de ellas/ellos.

Siempre es posible cambiar a unos representantes mediocres cuando no están dando la talla en un momento determinado; pero sería nefasto sustituir a unos mediocres por otros tóxicos. Como lo es Ayuso. Como Puigdemont. Como Bolsonaro.