domingo, 27 de junio de 2021

GENIOS TENEBROSOS

 


Joseph Fouché, emblema y paradigma del poder corruptor que medra en las oscuridades que envuelven el Poder. Portada de la biografía de Stefan Zweig.

 

Yo no soy conspiranoico, vaya eso por delante. No creo en las conspiraciones pero, como han dicho otros de las meigas, haberlas haylas.

Me ha sobresaltado la noticia de unos audios de Vladimiro Montesinos en los que daba instrucciones (¿a quién?, ese detalle falta en mi fuente informativa) para revertir el resultado de las elecciones presidenciales peruanas.

Me ha costado creerlo. Vladimiro Ilich Lenin Montesinos Torres, militar, abogado, sociólogo, espía y genio tenebroso, ejerció de Fouché particular del presidente Alberto Fujimori en el periodo 1990-2000. Desde 2010 está preso en la Base Naval del Callao, por diversos delitos muy siniestros que no vale la pena detallar. Su condena es por 25 años, de modo que aún le faltan unos cuantos por cumplir.

Pues bien, desde su celda o desde alguna instalación ubicada en la base militar en la que se encuentra recluido, Montesinos dio instrucciones precisas para que se sobornara (¿con los dineros de quién?, otra laguna en la información a mi alcance) a miembros del Jurado Nacional de Elecciones, primero para que admitieran a trámite los recursos de Keiko Fujimori denunciando irregularidades en el proceso electoral a la presidencia; y después, para que anularan 200.000 votos por Pedro Castillo, de modo que este quedara por detrás de su rival en el recuento.

Hay desde el principio de la humanidad esa idea de que el sentido de la historia consiste en que el “ser”, lo que ocurre, tiene necesariamente que coincidir con el “deber ser”, es decir con un sentido intrínseco a los sucesos que proporciona una trama racional a la sucesión de acontecimientos. El primer responsable de todo lo que nos pasaba fue Dios. Fácil, nos descargaba de culpas y nos permitía seguir adelante a la babalá, confiados en una providencia cuyo designio prioritario, si no único, era velar por nosotros. Afinando un poco más, no exactamente por nosotros sino por aquellos de entre nosotros que empuñaban el mango de la sartén, ya sea por derecho divino o por herencia salvífica.

Pero enseguida vino otra vuelta de tuerca, y aparecieron los intérpretes de Dios, los arregladores de las cosas para que cuanto ocurra sea lo que tenía forzosamente que ocurrir. Ya saben, TINA, there is no alternative.

Primero fue la clase sacerdotal, a partir de las sibilas y los adivinos que escrutaban vísceras de animales. Los padres capuchinos aportaron un plus retórico al viejo invento con la llamada Eminencia Gris, el hombre en la sombra que asesoraba con sus visiones al cardenal Richelieu, él mismo señalado por la gracia divina como experto en revelar la trama oculta de la historia.

Desde entonces dio comienzo una larguísima saga de tenebrosos, cuyos últimos eslabones hasta la fecha son Steve Bannon, mantenedor del trumpismo después de Trump, y Miguel Ángel Rodríguez, la voz oculta en la app del móvil de Isabel Díaz Ayuso.

A menos que Montesinos resucite de forma definitiva y les pise a los dos el callo desde alguna cloaca limeña, al servicio especial de doña Keiko.