Un futuro solitario, compartimentado,
vigilado por control remoto; o bien, un futuro ampliamente distinto. Ser o no
ser, ese es el dilema. (Fotografía de Gail Albert Halaban, de la serie aún en
curso “Desde mi ventana”.)
En el mundo antiguo los
grandes finales de ciclo venían marcados por signos extraordinarios: el Nilo
bajaba tinto en sangre, nacían terneros de dos cabezas, aparecía en el
firmamento una estrella nueva moviéndose en una dirección inusitada. Cosas así.
No sé si tienen el mismo
valor premonitorio sucesos tales como el pinchazo de Colón-2, las desventuras
de “Oh Susanna” en Sevilla, la constatación de que la familia Pujol ya no es procesalmente
intocable, o el hecho portentoso de que Sergio Ramos no solo no va a estar
ejerciendo de capitán de los Tercios en la selección española, sino tampoco en
la plantilla del Real Madrid. No es mi intención ejercer de agorero, pero mis precarias
facultades de pitoniso me dicen que los recursos a la heroica van de capa caída,
las perspectivas inmediatas de los Fra Casados se oscurecen rápidamente, y dado
el giro de los acontecimientos ya ni siquiera Isabel Díaz Ayuso tiene asegurado
un asiento preferente en el Olimpo patrio a la derecha de Papá Josemari y del
Tito Floren. Torres más altas han caído antes, y si lo dudan les remito a lo
ocurrido con Ramos, ese hombre hasta ayer mismo insustituible porque sabe tirar
los penaltis a lo Panenka.
Hablemos de otro tema. Hay
más cosas en el cielo y en la tierra, en efecto, de las que sospechaba la
filosofía de campanario de Horacio, según el conocido reproche que le hizo el
príncipe Hamlet. Les invito a un paseo reposado por las páginas del número
recién aparecido (el 22, una cifra que nos da cierto vértigo a quienes
empezamos con humildad a poner en pie el ya lejano número 1) de la revista
digital “Pasos a la izquierda”. El dosier sobre el populismo está repleto de insights muy útiles para moverse con
agilidad en aguas tan pantanosas, y la sección sobre sindicalismo y trabajo
mantiene las características constantes de la publicación, incluida en este
caso una nueva visita a viejos amigos tales como Trentin, López Bulla, Supiot,
Ugolini y Tébar, en el trabajo de Fabio Cortese.
Atiendan asimismo a Danièle
Linhart y sus reflexiones sobre la pervivencia en la nueva organización de la
producción de algunas de las siete cabezas de la hidra taylorista.
Me atrevo, sin embargo, a
proponerles dos lecturas de otro orden, que genéricamente entran dentro de la
temática relacionada con lo que hace ya bastantes años dimos en llamar Tercer
mundo.
La primera es la
conversación de Estella Acosta con el delegado en Madrid del Frente Polisario
(ver https://pasosalaizquierda.com/un-dialogo-con-alisalem-sidi-zein/),
una forma de introducirnos en los vericuetos menos publicitados de un conflicto
tenebrosamente marginal para los comportamientos globalizados de las
instituciones internacionales.
La segunda es una mesa redonda
de diferentes especialistas en torno a la crisis climática; dicho de otro modo,
al futuro imperfecto e inmediato que nos está esperando a la vuelta de la
primera esquina. Lo encuentran en https://pasosalaizquierda.com/por-una-politica-de-reparacion-para-la-crisis-climatica/.
Hay una comparación, en
ese ramillete de opiniones, entre la forma como se ha abordado la crisis del covid
en el ancho mundo, y los principios equivalentes que podrían regir la
transición climática. Respecto del primer caso, he leído ayer o anteayer en la
prensa que en África la población vacunada hasta la fecha es un 0,6% (repito,
no hay error tipográfico: 0,6%) de la población total. Las grandes agencias
mundiales prevén el envío de millones de unidades de vacuna, a partir de 2022.
Es decir, vamos a dejar bien resuelto primero el caso de los países ricos y los
casi ricos (por este orden), y abordaremos luego sin tardanza el caso de los
países pobres, desde los casi pobres para empezar hasta los muy pobres en la
cola de la cola, para que finalmente nadie quede al margen de los beneficios de
la civilización.
A nadie se le escapa que
este modo de tratar el problema, 1) está basado en la desigualdad de
oportunidades más cruda y descarnada; y 2) en consecuencia, va a agravar la
desigualdad de las situaciones diferenciales entre los países del mundo.
El caso puede ser todavía
más terrible en el tema de la transición energética. El parón que se prevé para
la energía procedente de combustibles fósiles no puede obviar el hecho de que para
algunos países en (llamémosles) vías de desarrollo, el único naipe de triunfo
que poseen para salir de su situación desairada en el concierto de las naciones
es precisamente su riqueza en yacimientos de carbón y/o hidrocarburos. Y como
menciona uno de los participantes en la mesa redonda, solo hay una cosa más
desesperante que el ser explotado por el capitalismo; y es el no serlo.
Es decir, quedar
totalmente al margen de las cadenas de valor que dan forma al progreso, tal
como es concebido este en el mundo capitalista (el único que existe ya, en
puridad). Al respecto, es particularmente preocupante que existan dos pautas diferenciadas
de comportamiento por parte de agencias tan determinantes como el Banco Mundial
y el FMI. Para los países del primer mundo, la consigna es gastar lo que haga
falta en la recuperación económica, echando mano sin tasa a los fondos
comunitarios generosamente puestos a su disposición.
La canción no es la misma para los países desfavorecidos. Ya ha ocurrido que han pagado por unidad de vacuna más del doble que el primer mundo; pero, en una transición energética en la que se ven atrapados hasta el cuello debido a que las urgencias del cambio climático son iguales para todos, las ayudas internacionales están siendo tasadas al milímetro y condicionadas a compromisos firmes de devolución en plazos marcados y con intereses estipulados.
Es decir, el plazo para la descarbonización es en principio igual para todos, pero las condiciones para acceder a una compensación, la cuantía de la misma y los plazos y formas de devolución, varían en cambio hasta dibujar figuras extravagantemente obtusángulas.
Es la letra pequeña de los
conflictos Norte-Sur y Este-Oeste en un mundo que se presenta a sí mismo como
compasivo y solidario. Pero no parece que vaya a ser posible un progreso
universal mientras existan unas divergencias tan grandes en la letra pequeña de las
grandes cuestiones planetarias que nos conciernen a todos sin excepción.