jueves, 17 de junio de 2021

(NO TAN) FELIZ MUNDO NUEVO


 

Un futuro solitario, compartimentado, vigilado por control remoto; o bien, un futuro ampliamente distinto. Ser o no ser, ese es el dilema. (Fotografía de Gail Albert Halaban, de la serie aún en curso “Desde mi ventana”.)

 

En el mundo antiguo los grandes finales de ciclo venían marcados por signos extraordinarios: el Nilo bajaba tinto en sangre, nacían terneros de dos cabezas, aparecía en el firmamento una estrella nueva moviéndose en una dirección inusitada. Cosas así.

No sé si tienen el mismo valor premonitorio sucesos tales como el pinchazo de Colón-2, las desventuras de “Oh Susanna” en Sevilla, la constatación de que la familia Pujol ya no es procesalmente intocable, o el hecho portentoso de que Sergio Ramos no solo no va a estar ejerciendo de capitán de los Tercios en la selección española, sino tampoco en la plantilla del Real Madrid. No es mi intención ejercer de agorero, pero mis precarias facultades de pitoniso me dicen que los recursos a la heroica van de capa caída, las perspectivas inmediatas de los Fra Casados se oscurecen rápidamente, y dado el giro de los acontecimientos ya ni siquiera Isabel Díaz Ayuso tiene asegurado un asiento preferente en el Olimpo patrio a la derecha de Papá Josemari y del Tito Floren. Torres más altas han caído antes, y si lo dudan les remito a lo ocurrido con Ramos, ese hombre hasta ayer mismo insustituible porque sabe tirar los penaltis a lo Panenka.

Hablemos de otro tema. Hay más cosas en el cielo y en la tierra, en efecto, de las que sospechaba la filosofía de campanario de Horacio, según el conocido reproche que le hizo el príncipe Hamlet. Les invito a un paseo reposado por las páginas del número recién aparecido (el 22, una cifra que nos da cierto vértigo a quienes empezamos con humildad a poner en pie el ya lejano número 1) de la revista digital “Pasos a la izquierda”. El dosier sobre el populismo está repleto de insights muy útiles para moverse con agilidad en aguas tan pantanosas, y la sección sobre sindicalismo y trabajo mantiene las características constantes de la publicación, incluida en este caso una nueva visita a viejos amigos tales como Trentin, López Bulla, Supiot, Ugolini y Tébar, en el trabajo de Fabio Cortese.

Atiendan asimismo a Danièle Linhart y sus reflexiones sobre la pervivencia en la nueva organización de la producción de algunas de las siete cabezas de la hidra taylorista.

Me atrevo, sin embargo, a proponerles dos lecturas de otro orden, que genéricamente entran dentro de la temática relacionada con lo que hace ya bastantes años dimos en llamar Tercer mundo.

La primera es la conversación de Estella Acosta con el delegado en Madrid del Frente Polisario (ver https://pasosalaizquierda.com/un-dialogo-con-alisalem-sidi-zein/), una forma de introducirnos en los vericuetos menos publicitados de un conflicto tenebrosamente marginal para los comportamientos globalizados de las instituciones internacionales.

La segunda es una mesa redonda de diferentes especialistas en torno a la crisis climática; dicho de otro modo, al futuro imperfecto e inmediato que nos está esperando a la vuelta de la primera esquina. Lo encuentran en https://pasosalaizquierda.com/por-una-politica-de-reparacion-para-la-crisis-climatica/.

Hay una comparación, en ese ramillete de opiniones, entre la forma como se ha abordado la crisis del covid en el ancho mundo, y los principios equivalentes que podrían regir la transición climática. Respecto del primer caso, he leído ayer o anteayer en la prensa que en África la población vacunada hasta la fecha es un 0,6% (repito, no hay error tipográfico: 0,6%) de la población total. Las grandes agencias mundiales prevén el envío de millones de unidades de vacuna, a partir de 2022. Es decir, vamos a dejar bien resuelto primero el caso de los países ricos y los casi ricos (por este orden), y abordaremos luego sin tardanza el caso de los países pobres, desde los casi pobres para empezar hasta los muy pobres en la cola de la cola, para que finalmente nadie quede al margen de los beneficios de la civilización.

A nadie se le escapa que este modo de tratar el problema, 1) está basado en la desigualdad de oportunidades más cruda y descarnada; y 2) en consecuencia, va a agravar la desigualdad de las situaciones diferenciales entre los países del mundo.

El caso puede ser todavía más terrible en el tema de la transición energética. El parón que se prevé para la energía procedente de combustibles fósiles no puede obviar el hecho de que para algunos países en (llamémosles) vías de desarrollo, el único naipe de triunfo que poseen para salir de su situación desairada en el concierto de las naciones es precisamente su riqueza en yacimientos de carbón y/o hidrocarburos. Y como menciona uno de los participantes en la mesa redonda, solo hay una cosa más desesperante que el ser explotado por el capitalismo; y es el no serlo.

Es decir, quedar totalmente al margen de las cadenas de valor que dan forma al progreso, tal como es concebido este en el mundo capitalista (el único que existe ya, en puridad). Al respecto, es particularmente preocupante que existan dos pautas diferenciadas de comportamiento por parte de agencias tan determinantes como el Banco Mundial y el FMI. Para los países del primer mundo, la consigna es gastar lo que haga falta en la recuperación económica, echando mano sin tasa a los fondos comunitarios generosamente puestos a su disposición.

La canción no es la misma para los países desfavorecidos. Ya ha ocurrido que han pagado por unidad de vacuna más del doble que el primer mundo; pero, en una transición energética en la que se ven atrapados hasta el cuello debido a que las urgencias del cambio climático son iguales para todos, las ayudas internacionales están siendo tasadas al milímetro y condicionadas a compromisos firmes de devolución en plazos marcados y con intereses estipulados.

Es decir, el plazo para la descarbonización es en principio igual para todos, pero las condiciones para acceder a una compensación, la cuantía de la misma y los plazos y formas de devolución, varían en cambio hasta dibujar figuras extravagantemente obtusángulas.  

Es la letra pequeña de los conflictos Norte-Sur y Este-Oeste en un mundo que se presenta a sí mismo como compasivo y solidario. Pero no parece que vaya a ser posible un progreso universal mientras existan unas divergencias tan grandes en la letra pequeña de las grandes cuestiones planetarias que nos conciernen a todos sin excepción.