martes, 15 de junio de 2021

EL CÁNCER DE COLÓN

 





La perversión de los símbolos: España como piel de toro, de la tragedia en el ‘Guernica’ al correcalles de Colón.

 

Los acontecimientos del domingo han venido a reafirmar que frente a la acción de gobierno solo se intenta promocionar en el país la algarabía. El punto de partida del llamémoslo acto de Colón era, en su diseño previo, la oposición de la sociedad civil a unos indultos estratégicos para recuperar el pulso de país. Lo que finalmente apareció y se reclamó fue lo que arriba queda dicho.

Hay una España que se encuentra a gusto en la algarabía. Escuchen ustedes si es su gusto a Rosa Díez. Hay en su discurso tanto la reivindicación de una España contra otra, como el derecho natural de la suya, la de la “buena gente”, a imponerse porque sí a la “otra”. Por méritos adquiridos y acumulados, diríamos, desde tiempo inmemorial, y es que se trata, ahí está el quid, de una España inmemorial, en la que los problemas nuevos, emergentes, solo pueden ser resueltos por el procedimiento sencillo de negarlos en nombre de una entelequia sumergida en el túnel del tiempo.

Pablo Casado ha señalado a Pedro Sánchez como el gran culpable de las muertes ocurridas en las residencias durante la primera gran ola de covid, cuando se negó tratamiento médico a los ancianos que enfermaban de coronavirus. El PSOE ha propuesto entonces investigar lo ocurrido en las residencias desde una comisión parlamentaria, y Casado ha anunciado de inmediato su oposición a tal medida. Señala a un culpable, pero se niega a que se aporten pruebas. No busquen lógica detrás de esa doble declaración de Casado: solo hay algarabía.

Abascal ha recurrido ante el Constitucional la declaración del estado de alarma, a pesar de que también consideró criminal la manifestación feminista del 8M (no en cambio las suyas propias). Un magistrado del alto tribunal ha admitido en principio a trámite la demanda de Vox, a pesar de que contradice la jurisprudencia repetida del Supremo. Es difícil que el recurso prospere, porque quienes ocupan plaza caducada en el Poder Judicial saben muy bien que ya no son la última instancia en ese pleito, sino que su decisión será recurrible ante la Justicia europea, y esa Justicia tiende por principio a ser conservadora, sí, pero también por principio ve mal la incoherencia como método. En este país tenemos a los conservadores ejerciendo de antisistema: una patología inaudita, que podríamos bautizar como el cáncer de Colón.  

No estén muy seguros de que determinados titulares de la crónica de sucesos no estén relacionados, de alguna manera sutil, con ese cáncer de Colón. Se está dinamitando alegremente el poder legislativo, llevando el Parlamento a la parálisis mediante una táctica de catenaccio; se enfrenta de forma insistente al poder ejecutivo con el judicial (la famosa “judicialización” de la política), y se promueve así una antidemocracia en la forma de desequilibrio de poderes. Se niegan los mecanismos constitucionales de la alarma y la excepción, porque los utiliza un gobierno que "no cae bien". Se invita al ciudadano a la desobediencia de las leyes, y al mismo tiempo se le deja indefenso ante ellas, sin recursos legales ni sociales para oponerse a algo que podríamos describir como un Leviatán ciego y sin sentido, un monstruo con cabeza de toro, bandera al gusto y una calavera como hebilla del cinturón.

Un hombre se ha suicidado cuando iba a ser desahuciado de su vivienda en el barrio barcelonés de Sans. Era un suicidio ampliamente evitable. La alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, ha exigido a los jueces que revisen sus criterios en este tema. Nunca más, tampoco en este tema. Esa persona caída en la desesperación debería ser la última víctima de una legislación, implacable con el desamparo, que venimos arrastrando desde los años de las grandes reformas del mercado financiero, sin fecha cierta de caducidad porque la algarabía está bloqueando a machamartillo el proceso de adecuación de las normas a los supuestos de hecho. Se jalea al monstruo por el mero hecho de ser antiguo y de ser monstruo, y el único mandamiento de la ley divina que se acepta es el de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Cargando sobre las espaldas de Pedro Sánchez tanto el bollo como el hoyo.