Un ‘envelat’ como se estilaban
en los buenos viejos tiempos.
Vuelven Los Jordis un año
más con sus éxitos de siempre, y aprovechan la Festa Major de los meses
estivales en los pueblos de secano para recitar sus gracias en el envelat. Esto es lo que acaba de decir
Jordi Sánchez: «O pactamos un nuevo referéndum, o ya tenemos el mandato del
1-O.»
Estupendo, solo que el
mandato del 1-O es el camino más seguro hacia ninguna parte. En el mejor de los
casos, los Jordis podrían afirmar que de aquella jornada deriva un compromiso suyo
personal con la gente que participó en el happening
y en algunos casos fue lamentablemente golpeada por una fuerza pública
venida de los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía al grito de “A por
ellos, oé”.
Aquel día se buscó la
provocación (la jugada de “farol”) desde una parte, y desde la otra se reprimió
con el ánimo igualmente espeso y alicorto de calificar como delito de rebelión una
manifestación con urnas. El “sensato” Mariano Rajoy se comportó en aquella
fecha de forma tan errática y ocurrente como lo está haciendo ahora el alegre
tarambana Pablo Casado; se da en el Partido Popular una contumacia en la
irresponsabilidad. Los populares españoles tampoco se han atrevido a votar a
favor de la decisión del Parlamento europeo de sancionar a Orban, ese amigo de
los Abascales. La suya es otra vía segura para no llegar a ninguna parte:
encerrarse y echar siete llaves al santuario de la raza, los toros y las
hogueras de los autos de fe.
Pero exhibir el “mandato”
del 1-O por las ferias de los pueblos es engañar al respetable público. No hubo
censo, nunca se han dado cifras puntuales de votantes, no había una pregunta
homologada, faltaron todos los requisitos necesarios para la validez de un acto
electoral democrático “normal” (es decir, con unas normas plausibles de
funcionamiento). La misma Europa que sanciona a Orban sería muy severa con
Jordi Sánchez, si Jordi Sánchez pretendiera auparse al frente de una fantasmal
República catalana con base al “mandato” del 1-O.
La ley común no contempla
la posibilidad de marginaciones, todas las opiniones son válidas y respetables;
las que más, aquellas que no nos gustan. La noción de “pueblo” como equivalente
de “ciudadanía” no admite retranqueamientos, no hay votos que valgan más que
otros, ni lenguas superiores a otras, ni sectores del territorio que sea
posible obviar cuando se proclama una patria común. Una patria común lo es para
todos y con todas las consecuencias.
Aprovechando las calores,
vuelve a montarse el tinglado de la antigua farsa en estas tierras. La ANC está
preparando una doble manifestación, para el 11-S y el 1-O. Donec perficiam, dicen algunos: hasta conseguirlo. ¿Son conscientes
de que lo que consiguen es la división y el enfrentamiento permanente?