lunes, 5 de julio de 2021

ESQUIZOFRENIA DE LA IZQUIERDA

 


Radiografía de una estructura social: las élites, arriba; el pueblo llano, amontonado abajo; entre ambos, el grueso muro divisorio. (Fotografía aérea de la Rocca Imperiale de Cosenza.)

 

Leo en la prensa que Almeida, el minialcalde de Madrid, pasado por fin el sofocón de los días del Orgullo, busca una aproximación en estos temas a las “tesis de Vox”.

Pongo entre comillas eso de “tesis de Vox”. Se decía en tiempos que el “pensamiento navarro” era un oxímoron. Imaginen entonces las tesis de Vox. Si hay Vox, no son tesis; si hay tesis, no es Vox. Han saltado a las portadas de los medios gays jubilosos afirmando que ellos son de Vox, claro que sí, por qué no, hay libertad, ¿no?

No. El joven asesinado en A Coruña podría explicarlo a suficiencia, si le hubieran dejado la posibilidad de hacerlo. Quiero recordar aquí que un linchamiento parecido desembocó en Grecia en la ilegalización del partido ultra Amanecer Dorado. ¿Y aquí? Nuestros magistrados tienen la palabra. Si el Supremo considerara que el asesinato forma parte de la libertad de expresión reconocida por la Constitución, pasaría a alinearse con los asesinos. No es probable que lo haga, pero sí que condene a los mindundis y deje seguir vegetando en la maceración de sus propios venenos a los Smiths y las Olonas, los Abascales y las Monasterios. El señor Lesmes debería hacérselo mirar, con urgencia.

No va por ahí, sin embargo, mi reflexión del día. La cosa es que, mientras el PP sigue retrocediendo hacia territorio ultra, el centro político va quedando desguarnecido. Y dado el horror vacui de la naturaleza en todas sus manifestaciones, el gobierno de coalición progresista ha ampliado sus límites primigenios y sus alianzas, que ahora llegan (ojo, solo en determinados temas) hasta los terrenos cultivados desde siempre por los empresarios y los obispos.

El asunto podría ser grave si la coalición de gobierno llegara a resquebrajarse a lo largo del trayecto debido a las tensiones crecientes, y acabara por morir de éxito.

No estoy pensando en siglas, ni en grupos políticos homogéneos. Oigan, no hay grupos políticos homogéneos, no desde luego en el PSOE y tampoco en UP, todos los días se habla de nuevas picabarallas y dimes y diretes en los distintos cuarteles generales.

De lo que hablo es de la esquizofrenia habitual en los territorios de la izquierda política. No me digan que no se han dado cuenta. Ahora mismo hay mar de fondo en relación con el reciente pacto de las pensiones, unos señalan sus ventajas (indudables) respecto de la situación anterior, y otros lo consideran una bajada de pantalones y una invitación a la irrupción del fascismo. Hay quien especula con lo que diría Marcelino Camacho si levantara la cabeza; pero también Marcelino fue acusado en su tiempo de traicionar los principios de un sector obrero particularmente intransigente. Estés donde estés, siempre hay alguien colocado a tu izquierda para abroncarte.

La bronca llevará razón, alguna vez; muchas otras, en cambio, no. Y es que la “línea dura” se mueve por lo general en un terreno estrechamente corporativo, se erige a sí misma como representación de la “clase”, pero responde nada más a intereses fragmentarios de algunos sectores de la clase. A veces se trata de sectores colocados en una posición marginal, inermes ante las políticas; pero otras veces son sectores bien situados, que defienden de forma encarnizada los pequeños privilegios que les favorecen frente a otros sectores más desamparados.

Visto el problema en su conjunto, Isidor Boix diría (lo ha dicho ya) que a ese modo radical de razonar le falta la síntesis de la síntesis de la síntesis, es decir el espacio donde se juega en definitiva el porvenir de la clase obrera, considerada realmente como clase social y no como grupos aislados con intereses fragmentarios y contrapuestos entre ellos.

Bruno Trentin expresó algo muy parecido, de modo más abstracto y elegante. Habla en sus Diarios, apunte de 11 junio 1994, de «una izquierda de la gobernabilidad como condición para asegurar una distribución más equitativa de la riqueza (que no es ya el medio sino el fin), y una izquierda que ve en el gobierno la disolución de su identidad redentora» (las cursivas son mías).

Controlar el gobierno no lo permite todo (contra lo que algunos creen), ni es en sí mismo una garantía de cambio para mejor; pero sin gobierno, o llevado el argumento al extremo, sin política, a la clase obrera solo le queda como solución un holocausto heroico, aplastada por un enemigo muy superior. Es necesaria entonces esa “síntesis de la síntesis de la síntesis” que preconiza Isidor Boix. Quizás Isidor hable de eso el próximo día 12, en la charla que va a tener con Enric Juliana en el Espai Assemblea de CCOO de Barcelona. Me he apuntado al evento y espero, si hay suerte, estar allí en modo presencial para escucharles.