sábado, 24 de julio de 2021

PIRSONALMENTE DI PIRSONA

 


Acechando las lecturas de una niña de bronce. Un ejemplo patente de mala educación. (Thuir, 2019. Foto, Carmen Martorell)

 

Sigo leyendo “Riccardino” de Andrea Camilleri. En la portada, un malabarista (giocoliere), obra de Pippo Rizzo, 1921, hace volar por el aire, en semicírculo, tres pelotas de colores. En las páginas del interior, Montalbano tiene dudas crecientes sobre sí mismo. La investigación se está complicando mucho, interfieren de continuo el questore Bonetti-Alderighi, que le quita el caso de las manos; el obispo (pispico) de Montelusa que obliga indirectamente a Alderighi a devolvérselo, e incluso Livia, que quiere ir de vacaciones a Johannesburgo, y a Salvo no le apetece mezclarse con afrikáners. El comisario se pregunta a veces qué haría, de estar en su piel, el “otro” Montalbano, el de la televisión, mucho más seguro de sí, y carismático, que él mismo. Y en ese bloqueo al que se ve sometido, irrumpe de pronto el Autor, que le llama desde Roma furioso: «Montalbà, mi stai facenno scriviri sulla storia di Riccardino un romanzo di merda. ‘Na minchiata che non reggi.»

Sin confesárselo a sí mismo, Montalbano desea ser más listo que su doble, e independizarse además de las insufribles exigencias del Autor, esa “camurria d’omo”. Él es solo un profesional, no una vedette mediática.

Se me ha contagiado hasta determinado punto el desasosiego de Salvo. Blanca Vilà comenta en Facebook su afición a cambiar la fotografía de portada cada poco tiempo, como una forma de señalar el cambio paulatino que se produce en nosotros: algo en el estilo Heráclito, no nos bañamos dos veces en el mismo río. Dice: «No, no tengo, creo, problemas de personalidad.»

Y se me ocurre que yo, que no cambio nunca ni por casualidad mi imagen de presentación, sí los tengo, utilizo la fijeza como una coraza ficticia, y me arrimo a mirar por encima del hombro lo que leen las estatuas públicas, felices ellas que tienen su personalidad definida para siempre, en bronces. Qué difícil es comparecer sencillamente como bien dice Cataré, “di pirsona pirsonalmenti e d’uggenza uggentementi.»

Voy a cambiar de cuando en cuando las fotos de mi muro, lo prometo. Otras cosas, por desgracia, no tienen remedio; pero esta, al menos, sí.