Circuito de Barcelona-Catalunya, en
Montmeló. Al fondo, el macizo del Montseny. (Fuente, motorpasión)
Roger Torrent ha sido
presidente del Parlament de Catalunya durante una etapa bastante crítica. La
situación más normal durante su mandato ha sido el cierre del hemiciclo para no molestar al president Quim Torra, que llevaba muy a
mal el cumplimiento de sus funciones estatutarias porque nunca creyó en el
Estatut. Lo que sí le gustaban a Torra eran los lazos, de modo que, cuando no
había más remedio que programar una sesión, se colocaban unos lazos amarillos enormes
en los asientos de los Ausentes. El recurso resultaba poco operativo, aunque
fotogénico. Torrent, digámoslo de una vez y con entera franqueza, tenía muy
poco que presidir. De haber cobrado a destajo, en lugar de un fijo con primas,
dietas y contornos varios, se habría muerto de gana.
Ahora es conseller de
Empresa i Treball en el govern de
Pere Aragonès, y nada hace suponer que le falte faena, pero por si acaso le han
adjudicado una función más, la de presidir el Circuit de Barcelona-Catalunya;
es decir, Montmeló.
Se preguntarán ustedes qué
hace precisamente ese hombre presidiendo precisamente ese circuito. Por qué no dejarlo
a cargo de, por ejemplo, Toni Cantó. Cantó habría sido un gran presidente de
circuito, él mismo no ha parado de dar vueltas más o menos cronometradas a la
noria, desde hace algunos años.
Montmeló, sin embargo, es
una instalación pública, y su manejo financiero es como mínimo delicado. No hay
un superávit que repartir entre la hinchada; la situación es exactamente la
contraria. Según información de Wikipedia: «Desde
como mínimo el año 2009, el circuito es deficitario económicamente, y en el
período 2009-2018 se generaron 50,5 millones de € de pérdidas. Solamente se
sostiene gracias a cuantiosos caudales de dinero público, que tanto la
Diputación Provincial de Barcelona como la Generalidad de Cataluña, aportan en
forma de subvenciones y enjuague de pérdidas… Debido a las irregularidades
detectadas en la última auditoría, el Ayuntamiento de Barcelona decidió anular
la subvención económica que hasta este momento recibía el circuito, agravando
su economía.»
Desde el punto de vista de
la economía, entonces, lo más sensato parecería dejar escurrirse el circuito
por el desagüe; pero hay dos razones, aún, para seguir manteniendo en alto la
oriflama del Circuit: una, la repercusión internacional de unas carreras que llevarán
el nombre de Barcelona-Catalunya a todos los televisores del mundo; la otra, la
esperanza de un cambio de viento y el advenimiento de una racha de suerte que
llene las arcas de euros contantes en los años de la pospandemia.
Todo lo cual se comprende
sin esfuerzo con una mirada “desde fuera” de las instituciones. Lo que no es
comprensible es que el elegido para revertir un agujero de 50,5 millones sea el
responsable de Empresa y Treball de la Generalitat, que bastantes agujeros habrá de tratar de cubrir ya en su tarannà normal. Un indicio del
comportamiento que se espera de él nos lo da el orden en que se detallan sus
quehaceres en el título: primero la empresa; luego, si hay tiempo para ello, el
trabajo. Ahora el orden será, me temo, Circuit, Empresa i Treball. De las
cuestiones del treball, el flamante conceller se ocupará, según organigrama,
los viernes por la tarde de cinco menos veinte a cinco, para de inmediato
trasladarse a su villa natal de Sarriá de Ter a pasar el fin de semana.
Qué bien se hacen las
cosas cuando se hacen bien.