El Autor, la Obra, y el Personaje en
tanto que “otro”. (Fuente, liberopensiero.eu)
«Talè! Talè! ‘U commissariu arrivò!»
«Montalbano é!»
«Cu? Montalbanu? Chiddro di la tilevisioni?»
«No, chiddro veru.»
─ ¡Mirad, mirad! ¡Ha llegado el comisario!
─ ¡Es Montalbano!
─ ¿Quién? ¿Montalbano? ¿El de la televisión?
─ No, el de verdad.
En el capítulo primero de “Riccardino”,
la novela póstuma de Andrea Camilleri, la llegada del comisario al lugar de los
hechos produce un gran revuelo. La gente de Vigata sigue sin conocerlo y además
no lee, pero gracias a la televisión sigue fielmente sus hazañas policiacas a
través de un actor (bravissimo) que por
fortuna no se le parece en nada y además es unos diez años más joven que él (il cornuto), porque si llega a haber algún
parecido entre ellos, no podría pasear sin verse asediado por cazadores de
autógrafos.
De modo que ahora el
comisario es enormemente popular, pero solo en tanto que personaje de
televisión, debido que tuvo la debilidad de contar algunas historias de casos antiguos
a un Autor (quella gran camurria d’omo),
que puso de su parte mucha fantasía y una lengua inventada. Ahora, y gracias
también a la tele, «’sti romanzi erano
addivintati i cchiù vinnuti in Italia ed erano stati tradotti macari all’estiro»,
los libros eran de los más vendidos en Italia e incluso se traducían a otras lenguas. En conjunto, una gran tocada
de pelotas (‘no scassamento di cabasisi ‘nsupportabili),
que parecía sacada, clavadita, de una comedia de otro autor local, un tal
Pirandello.
Así empieza un diálogo
sutil y contradictorio entre el personaje, el autor, y ese “otro yo” más guapo
y famoso, el Montalbano televisivo. El triángulo de puntos de vista permea toda
la historia mediante un juego de malabarismos llevados con una habilidad
fantástica.
No puedo recomendar la
versión original. Es la que estoy leyendo yo (Sellerio editore, La memoria
1170), pero yo no cuento porque me gustan los jeroglíficos y me entretengo
avanzando poco a poco en el página a página, entre sorpresas continuas. Pero no
dejen de leer, en su caso bien traducida a una lengua de su elección, esta historia tan
parecida a otras de crímenes y cuernos, pero en la que el Personaje en busca de
Autor y el Autor a la busca de su Personaje y de sí mismo, se inclinan de tanto
en tanto del lado filosófico del ser, la conciencia y esos vagos conceptos
abstractos, tan fastidiosos en un Tratado y tan amenos en una historieta de género
creada por la pluma de un inmortal que además era siciliano, de la misma
localidad y la misma estirpe que Luigi Pirandello.