sábado, 3 de julio de 2021

DIVAGACIONES SOBRE TONI CANTÓ Y EL FÚTBOL

 


Graffiti en una calle de Naxos.

 

Ayer leí una definición perfecta de Toni Cantó, solo que no fue escrita para él; es de Umberto Eco, y está en la página 60 de “El péndulo de Foucault”, una novela que derrocha inteligencia y travesura pero que no caló en el público lector, tal vez por llegar detrás de “El nombre de la rosa”, que tuvo un éxito posiblemente desmedido, o por lo menos debido a un equívoco afortunado.

Vamos por partes. Yo hice ayer tarde lo que había declarado previamente que haría: encendí el televisor para ver el partido de la Roja, y como sabía que me iba a aburrir, dejé un libro a mano. Era el libro de Eco.

¿Por qué elegí el Péndulo? Porque Pilar Hidalgo lo elogiaba el otro día en Facebook, y a mí me había gustado mucho cuando lo leí, hace tropecientos años. Aquello me dio entre los amigos una fama casi peor que haberme leído entero el “Ulysses” de Joyce. Un conocido se ofreció, por pura compasión según declaró, a demostrarme gratis et amore de forma incontrovertible por qué el Péndulo era un bodrio sin circunstancias atenuantes. Lo dejamos en ese punto, ni yo habría aceptado sus razones, ni él las mías.

Pues bien, el partido de fútbol de ayer siguió el desarrollo ampliamente previsible: el gol español lo hizo un suizo en propia puerta, y el gol suizo vino de un choque entre dos defensas españoles que, con toda la ventaja a su favor, dejaron suelto un balón que un suizo llamado Shaqiri (tres cuartas partes del seleccionado suizo eran mercenarios de la periferia global) empujó junto al poste. El resto hasta los penaltis fue alarde físico, orden táctico y algunos coitus interruptus, por parte sobre todo de la delantera española.

Ahora nos enfrentaremos en semifinales a Italia. Tenemos opciones, ante ellos. Son más físicos y más disciplinados tácticamente que los nuestros, pero los comentaristas deportivos ven un indicio de esperanza en la lesión de Spinazzola. Era un peligro cierto, ya conocen la canción: «Eres una spinazzola que se me ha clavao en el corasón, suave que me estás matando…», etc.

Me encantan esos apellidos italianos, ahí se ve que estamos ante un pueblo de poetas: ante Bélgica, Immobile estuvo demasiado estático, y en cambio el comportamiento de Insigne fue sobresaliente, con un gol decisivo. En Italia el apellido es un indicio seguro para que el seleccionador conozca el potencial real del jugador en cuestión. El portero de Italia se llama Donnarumma, y ahí, me parece a mí, queda dicho todo.

Estoy divagando. Ya llego al asunto de Toni Cantó. Ocurre en la página 60 del libro, Belbo y Casaubon se han encontrado por primera vez y están bebiendo y charlando en el pub Pilades. Belbo hace una distinción llena de matices entre los cretinos, los imbéciles, los estúpidos y los locos. No son lo mismo. Imbécil es Murat condecorando a un oficial de la Martinica, a quien pregunta: «Vous êtes nègre?» «Oui, mon général.» «Bravo, bravo, continuez!»

El estúpido, en cambio, no se equivoca de comportamiento, sino de razonamiento. “Incluso puede decir algo correcto, señala Belbo, pero por razones equivocadas.”

Y ahí llegamos al punto en cuestión. Toni Cantó no es ni imbécil ni estúpido; es un cretino. El cretino, atiendan bien, según afirma Belbo, “entra en la puerta giratoria por el lado opuesto.

─ ¿Cómo es posible?

─ Él lo consigue. Por eso es un cretino.”

Ayer tarde no solo conseguí rebañar esta perla de sabiduría práctica, sino que además la Roja se clasificó para las semifinales, y ahora, ocurra lo que ocurra, ya no habrá fracasado. Pedro Sánchez seguirá en la Moncloa, y Sergio Ramos parece que finalmente jugará en el PSG. Suerte para los dos.